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Blog sobre aprendizaje, crecimiento…

El origen del dibujo en el niño marzo 20, 2012

Extraído del curso de formación de Educación Creadora (con modificaciones hechas por mí); del módulo 1 titulado “Curso de introducción a los fenómenos y condiciones de la educación creadora” impartido por Jose Miguel Castro, el 6 y 7 de noviembre de 2011. Parte 11

Hoy en día, la primera vez que un niño hace un dibujo es aún muy pequeño. Cuando los niños comienzan a ser capaces de coger un rotulador, sus manos tienen limitaciones motrices que no les permiten ejecutar la complejidad de movimientos que harán en 1 ó 2 años más adelante.

Si dejamos nuestra mano completamente relajada, veremos que a la hora de moverla, lo más sencillo es girar. Cualquier movimiento que hagamos así, con la mano «muerta»,producirá un giro. Y así, cuando un niño con estas limitaciones motrices dibuja, el trazo que deja en el papel es el rastro de ese giro. Es lo que llamamos torbellino. La fisionomía del niño, la mano, no le deja hacer otro tipo de movimiento, por eso todos los niños pequeños que comienzan a dibujar, hacen estos trazos.

Estos dibujos los conocemos todos, y los hemos visto miles de veces. Es lo que comúnmente se llama garabato. Arno quiso ponerle otro nombre a este trazo, porque garabato es una palabra que tiene connotaciones negativas, que viene a significar «algo mal hecho».

El origen del dibujo infantil suele ocurrir por azar. Hoy en día hay papel y lápiz a disposición de todos los niños, pero esto puede ocurrir también con otro material: con un puré y la cuchara, con el vaho de la ventana…

Hay un momento azaroso en el que un niño establece una relación entre su movimiento y el trazo que queda, la marca que deja sobre la superficie en la que traza. Cuando establece esta relación le ocurre una cosa terrible: se siente capaz de transformar el mundo, le parece fantástico, se siente poderoso. En un descubrimiento muy grande para el niño, comprender que puede influir así en el mundo.

Después de hacer esto por azar, se pregunta si será capaz de repetir la hazaña, lo intenta y repite y se siente genial, y lo vuelve a repetir una y otra vez, proporcionándole un enorme placer y seguridad, y creyendo que es capaz de cambiar el mundo. Este hecho tan simple y sencillo le produce una alegría inmensa y un gran placer.

Esta alegría normalmente nos la quiere comunicar, la quiere compartir con quienes le rodean. Pero no hay que confundir en este momento la alegría que siente y que nos quiere comunicar, con lo que encuentra en los adultos que le acompañan, que en la mayoría de los casos suele ser un juicio sobre lo que ha hecho, sobre su trazo.

Cuando un niño va por la playa, andando sobre la arena, dejando huellas, y mira feliz a su madre, no está esperando que le digan «qué huellas tan bonitas estás dejando». No espera absolutamente nada. Comparte su alegría con su madre.

Cuando un niño hace su primer torbellino, junto a él habrá alguien que sistemáticamente le dirá «¡qué bonito!». Sólo con este primer «qué bonito» se le condiciona. Pero lo cierto es que no solo se les dice esto: no se dice qué bonito, sino «qué bonito, ¿qué has querido hacer?».

Cuenta la anécdota de una niña de 3 años, que lleva a su cuidadora de guardería un dibujo. La profesora le dice «¡qué bonito!» y la niña y lo rompe enfadada llamándola mentirosa: –¡he hecho feo este dibujo a propósito, y tú vas y dices que es bonito, eres una mentirosa!-.

La gente dice que es muy bonito pero no dicen la verdad. Si de verdad les pareciera una maravilla, un obra de arte, algo valiosísimo, los enmarcarían, les darían un valor. Hasta en las escuelas alternativas se dejan los dibujos tirados por el suelo, pisoteados.

El primer mensaje que le enviamos al niño que comienza a pintar son es el de la hipocresía. Y el segundo: el niño entiende que tiene que pintar para los demás, que lo que pinta tiene que gustar a los que le rodean. Al alabarle así su dibujo, lo que entiende es que el objetivo de pintar es producir algo que a los demás les parezca bonito. A los demás tiene que parecerles bonito mi dibujo, y encima me tienen que entender lo que pinto, tienen que reconocer algo en él.

Cuando un niño te lleva un papel con un torbellino, quiere ser aceptado, quiere que lo quieras. El niño necesita sentirse querido. El niño se siente obligado por nosotros, por nuestras preguntas, por lo que le hemos condicionado, a dar nombre a lo que ha hecho y se lo inventa. Cuando le preguntamos a un niño por su dibujo, nos contesta lo que queremos oir, porque le hemos condicionado para ello. Cuando le preguntamos qué ha pintado, no puede contestarnos que ha hecho un trazo que viene determinado por su código genético, que no está dirigido a nadie, que no representa nada y que no intenta reproducir la realidad, no puede responder que solo es el principio de un juego, el juego de pintar. Se inventa una respuesta que encaje con lo que el adulto espera oír: un sol, una anémona, una batalla, un perro, niebla, un cohete…..,

Con nuestra forma de actuar, con nuestra mejor intención y con todo nuestro amor, cuando el niño comienza este proceso, le desviamos de su proceso natural y le condicionamos. Le fastidiamos su juego en cuanto empieza. Le anulamos su juego. Le enseñamos a entender su dibujo desde una perspectiva que no le va a dejar que lo desarrolle tal y como está programado.

 

Un año mirando por la ventana marzo 13, 2012

Filed under: aprendizaje,crianza,educacion,educacion alternativa,reflexion personal — seeducansolos @ 20:15

Hay personas que no se atreven a dejar que los niños trabajen desde el interés, argumentando que entonces el niño se puede pasar un año mirando por la ventana, o solo jugando en el arenero, o mirando un estanque, o solo jugando al fútbol….. sin trabajar en nada.

Este miedo, es perfectamente normal y comprensible. Es muy respetable pensar así. Pero no me parece una razón para no dejar que el niño trabaje desde su interés. No tiene sentido. Es como decir que no le voy a enseñar a multiplicar por si me dice que no quiere multiplicar. O que no voy a trabajar con él las plantas por si me dice que no le gustan. Es lo mismo: no le voy a decir que trabaje en lo que quiera por si acaso no trabaja.

Si a un niño le quiero enseñar a multiplicar, le enseño, veo los problemas que surgen (falta de interés, motivación, maduración, cansancio…) y busco la forma de solucionarlos (esperando a que madure, buscando algo que le motive, preparándole juegos, planteando actividades más sencillas…). Pues en el caso de trabajar desde el interés, lo mismo.

Sí considero que es una razón para no trabajar desde el interés del niño, que no te guste esa forma de trabajo. Hay personas que prefieren ser ellas quienes deciden lo que se va a trabajar, a otras les da miedo no tener el control sobre qué es exactamente lo que trabaja el niño, otras personas adoran la enseñanza, preparar actividades, hacer que el niño se motive con cosas que no le gustaban en principio….

Creo que la clave está en la sinceridad, en ser sincero con uno mismo. Trabajar desde el interés se puede. Yo estoy segura. Ahora, creo que lo que cada uno tiene que hacer es plantearse, ¿lo quiero para mis hijos? ¿en todo? ¿solo en determinadas áreas? ¿para cosas concretas o totalmente? ¿lo voy a intentar aunque me de miedo? ¿qué es lo que en mi caso hace que no sea posible? (el colegio, condicionamientos anteriores del niño, mis miedos, …) ¿qué problemas puedo solucionar? ¿cuáles no? ¿hay forma de compensarlo? ¿tengo apoyo? ¿a qué le tengo miedo? ¿hasta donde puedo con ese miedo y hasta donde no? ¿cómo puedo formarme en este tipo de aprendizaje?

¿Y qué pasa con los niños que pasan horas mirando por la ventana?

Yo creo que me pondría muy nerviosa esa situación, y yo, que estoy convencida de que trabajar desde el interés en todo, es lo que quiero para mis hijos, no creo que pudiera aguantar esa situación. No creo que pudiera respetar eso. Pero no es que no se pueda, es que a mí me da miedo. Yo no estoy dispuesta a pasar por esa situación, y en el caso de que se produjera, estoy casi segura (no segura del todo, porque no he vivido esa situación con mis hijos) de que intervendría. El niño no tiene la culpa, no es que el niño no sepa o no sea capaz. No es que no se pueda trabajar desde el interés. Es que yo tengo miedo. Es por mí, no por el niño.

Lo que a mí me da tranquilidad ahora mismo, es precisamente ver que avanzan, ver que siguen su proceso, ver que trabajan. Ir despacio no me asusta, pero porque veo un avance. Sé que están en camino, aunque vayan despacio, aunque haya dificultades, aunque parezca que no hacen nada…. Y da mucha tranquilidad conocer a gente que haya trabajado así. Conocer en qué y cómo trabajan los niños desde su interés, te permite respetarlo sin intervenir, sin adelantarte. Conocer qué es «trabajar» a los tres años, saber qué se puede esperar y qué no en un niño pequeño, te permite respetar ese proceso sin interrumpirlo.

De todas formas, yo prefiero trabajar en la prevención: ¿Cómo evitar que a mis hijos no les interesa nada? ¿Qué hacer para qué cuando les des a elegir un trabajo se lancen a trabajar? Pues respetar y cuidar el trabajo que les ocupa actualmente, poner mucho cuidado en no romperles ningún interés que tengan, para que se puedan seguir desarrollado y creciendo. Y además de respetar sus intereses actuales y dejarles crecer, también es importantísimo ponerles en contacto con otras personas que trabajen también desde el interés, para abrirles el horizonte, para que conozcan otras cosas por las que ahora mismo no sienten interés.

Cuando un niño no tiene interés por nada, en todos los casos, recuperar ese interés es trabajo del niño, y en todos los casos, en un ambiente adecuado, lo consiguen. Pero hacen falta unas determinadas condiciones y tiempo.

Lo que yo he hecho en casos en los que me he encontrado niños «parados», que no trabajaban en nada, ha sido dejarles claro que tienen que trabajar, y avisar de que o se ponen a trabajar por ellos mismos, o les tengo que poner yo un trabajo. En unas situaciones he podido darles más tiempo y en otras menos. . . Pero soy yo la que pone el límite del tiempo, por una inseguridad mía respecto al trabajo del niño. Y ya está, sin más complicaciones. La mayoría, con un poco de tiempo se ponen a trabajar. Si al trabajar desde el interés, hay algún problema, se intenta buscar una solución.

¿Por qué un niño no trabaja en algo cuando le decimos que trabaje en lo que quiera? Pues precisamente, porque le han dicho durante años en qué tiene que trabajar. Ni más ni menos. Quien cree que no se puede trabajar desde el interés, porque entonces hay niños que no trabajan, lo que está produciendo, lo que provoca, es que esos niños a los que está haciendo trabajar fuera de su interés, pierdan capacidad de trabajo, pierdan intereses, entusiasmo y curiosidad, que no desarrollen su capacidad de decidir sobre su trabajo. Esos niños que no trabajan para sí mismos, que trabajan solo en lo que les dicen, en el momento en el que se ven por primera vez en su vida, responsables de su propio trabajo, de su proceso, de su crecimiento, no sabrán qué hacer, se pasarán horas mirando por la ventana.

 

Multiplicando con cualquier cosa marzo 7, 2012

Con pinturas: 12X13

Con tapones: 113X3

Con garbanzos: 23X24

Con cartulina, 14X23

Con fichas de parchís,1212X4

Con palillos, 3X2

Con fichas de damas, 22X5

Con palillos, 34X2

Con clicks, 3X4

Con piezas de construcción, 122X2

Con pinzas de la ropa, 233X301