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Blog sobre aprendizaje, crecimiento…

Por qué no decimos muy bien May 11, 2012

Filed under: aprendizaje,crianza,educacion,educacion alternativa,reflexion personal — seeducansolos @ 19:29

La primera vez que que me encontré con la idea de que decir «muy bien», quizá no era tan positivo como pensaba, fue cuando conocí la educación creadora.
La verdad es que fue una suerte conocer esta forma de ver el desarrollo humano y la educación, antes de ser madre o  maestra, y no tener nada que ver con niños. Porque esta idea del no juicio, requiere un trabajo personal: no consiste en suprimir unas palabras de nuestro vocabulario, sino que va más allá.


No se trata de no decir qué bien, sino de no juzgar. Hay situaciones en las que las cosas no están ni bien ni mal, por lo que no se juzgan. El problema es que hay muchas cosas que están siendo juzgadas cuando no debieran.
Conozco personas que creen que es cruel, que no está bien no decirles a los niños lo que hacen bien. Volvemos al mismo razonamiento de antes: y es que hay cosas que no están ni bien ni mal hechas.
Hay otras personas que creen que los niños necesitan motivación. Los niños necesitan muchas cosas, que les quieran y sentirse queridos y cuidados, necesitan que sus cosas sean tratadas con la importancia que tienen. Y necesitan seguridad, sentir que van a recibir ayuda si la necesitan, saber que tienen a alguien que les valora, que les cuida, que da importancia a su trabajo. Pero todo esto se puede hacer sin juzgarles continuamente, sin estar poniéndoles nota en cada cosa que hacen. No decir muy bien, o muy bonito, no quiere decir que no les cojas en brazos y te les comas a besos siempre que te apetezca. Hay muchas formas de dar cariño a un niño y de demostrarle cuánto te importa. Si eso solo se hace a través de la buena nota que saca el niño en cada cosa que hace, creo que habría que revisar esa relación adulto-niño.
Cuesta mucho encontrar información sobre este tema, de hecho, creo que solo conozco este artículo donde se habla de esto, aunque no estoy de acuerdo con todo lo que dice:
http://www.baalya.es/2011/11/09/alfie-kohn-cinco-razones-para-dejar-de-decir-%C2%A1muy-bien/

Los seres humanos siempre estamos en proceso: no terminamos de hacernos nunca. Siempre nos quedan cosas por aprender, reflexiones que hacer…. nunca terminamos de trabajarnos. Hoy sé muchas más cosas de las que sabía la semana pasada. He conocido personas, he aprendido cosas, cocino diferente, escribo diferente, utilizo otras herramientas…. Soy distinta a como era la semana pasada. Si ahora hago algo bien, ¿quiere decir eso que la semana pasada lo hacía mal? Claro que no, lo hacía diferente, pero no mejor ni peor. Y la semana que viene lo haré diferente también.
Yo escribo de una manera. Y mi hija de 3 años y medio, escribe de otra manera. Si le digo que qué bien escribe….. ¿quiere decir eso que yo escribo muchísimo mejor? Claro que no. Es que ella no escribe bien. Tampoco mal. Escribe a su manera, que es diferente de la manera de escribir de los demás, y es diferente también de la manera que ella misma tenía de escribir en otros momentos de su proceso.
Mi hijo de 5 años, escribe algunas letras. ¿Las escribe bien? Noooo, las escribe a su manera, que es diferente (no mejor o peor) a la forma que tenía de escribir hace un año, y a la forma que tendrá de escribir dentro de un año. Pero no es que escriba “bien”.

Hacer las cosas bien o mal, es una percepción subjetiva, que solo tiene sentido si se compara, si se toma una referencia. Yo conduzco bien. ¿Comparado con qué? ¿con migo, con cómo conducía antes? ¿o con otras personas, que conducen mejor o peor que yo? Yo conduzco a mi manera, aquí y ahora. Pero no bien o mal, ni mejor o peor. No tiene sentido compararse con cómo conducen los demás, porque los demás son diferentes a mí, con otros procesos, otras capacidades, otras circunstancias. Bien-mal son términos relativos, que solo tiene significado si se comparan con otros, y no tiene sentido comparar procesos, porque las personas somos diferentes. Tenemos diferentes procesos y diferentes formas de hacer las cosas. Todas las personas son diferentes a las demás, por lo que tienen su propia manera (diferente a los demás) de hacer las cosas. Y esa forma de hace , no es mejor o peor, es diferente.

Si una cosa está “bien hecha”, cabe la posibilidad de que salga mal. Un juicio, una alabanza, un muy bien, dice muchas cosas. Si un niño hace algo, y recibe un “muy bien” o “qué bonito”, lo que se le da a entender es que eso que esté haciendo le gusta al adulto que le acompaña. Es decir, que lo que el niño hace, tiene que agradar a los demás. Ya no puede hacer las cosas por sí mismo, porque sí, por su motivación intrínseca, sino que tiene que hacer cosas para que le gusten a los demás, por la motivación extrínseca. Se le hace dependiente de los juicios, las opiniones, la motivación de los que le rodean.
Por otro lado, que esto que has hecho esté “bien”, quiere decir que podría haber salido mal. Si un dibujo es bonito, cabe la posibilidad de que me hubiera salido feo.
El juicio (refuerzo positivo, alabanzas, …) no motiva al niño, sino que le hace dependiente de la opinión de los demás. Hacen que el niño deje de trabajar para sí mismo, y se ponga a trabajar para los demás (para conseguir un muy bien). Le condiciona. Y tampoco le da seguridad, sino todo lo contrario: que te juzguen da miedo, da la posibilidad de hacerlo mal aunque siempre le vayamos a decir que lo hace bien.

Circulan por internet muchas presentaciones de diapositivas. Unas son de fotografías increíbles, otras de Dios te quiere… y otras acerca de lo especiales que somos las personas. Hace poco me llegó por correo uno de estos últimos, titulado “Terapia del elogio”. Habla de que las relaciones hoy en día no duran por la falta de cariño en las familias y el valor que se les da a las críticas. Dice que nos elogiamos poco, y esto destruye matrimonios, porque las personas terminan buscando fuera lo que no encuentran dentro. Y la solución que le da a esto es que busquemos lo que nos gusta de las personas para elogiarlas, porque los elogios son la motivación de nuestra vida.
No puedo estar más en desacuerdo. Es cierto que las relaciones hay que cuidarlas, porque sino se deterioran, por supuesto. Pero yo no creo que una relación basada en los elogios funcione. Yo al menos no busco eso en la vida.
En casa, no somos de elogiarnos, la verdad. Yo sé que mi marido me quiere, que le gusto y que le importo. Pero no lo sé por lo que me dice, sino por lo que hace: porque me escucha, me apoya, me ayuda en todo, me hace reír, me aconseja, me anima…. porque sé que le tengo a mi lado a capa y espada, para lo que yo necesite. Se nos nota que estamos enamorados y que hacemos un buen equipo, pero no porque nos lo digamos: es tan evidente que ni nos lo decimos, no hace falta.
En mi vida profesional ocurre lo mismo. Tengo un trabajo en el que se me valora y se me aprecia. Y no me lo dicen con palabras, sino con hechos: están pendientes de lo que necesito, cuando tengo un problema se desviven por ayudarme, me aconsejan, me animan y me apoyan…. Pero no me han dicho nunca lo buena profesional que soy. En cambio he trabajado en sitios donde me ha ocurrido lo contrario: donde todo eran buenas palabras, pero no había nada detrás.
Cuidar una relación, tener una buena relación con una persona, no tiene porqué pasar por juzgarla, alabarla, elogiarla…. por decirle lo bien que hace ciertas cosas.
¿Qué clase de seguridad tenemos en nosotros mismos si necesitamos que desde fuera nos aprueben? ¿Qué clase de madre soy, que necesito que desde fuera me vayan aplaudiendo el cómo lo hago? ¿Qué clase de profesional soy que dudo de todo si no se me reconoce mi trabajo? Y repito, es cierto que necesitamos el apoyo de los que nos rodean, necesitamos que nos quieran, a veces necesitamos oír la opinión de otras personas….. pero esto es diferente a necesitar un “muy bien”.

En mi vida diaria, no me cuesta no emitir el juicio, aunque como ya he dicho es un trabajo personal, de conocer procesos y de reflexión contínua.
No se trata de suprimir el “muy bien” y ya está: no estoy hablando de morderse la lengua y evitar decir ciertas cosas. Se trata de no juzgar, y de cambiar nuestra forma de relacionarnos con ellos, se trata de hacerles ver que les queremos, que nos importan, que valoramos su trabajo, su actividad, su juego, su crecimiento…

En las siguientes situaciones, no digo «muy bien»:
– cuando Luis me ayuda: hay veces, que necesito que me ayuden, por ejemplo, el otro día, subiendo las escaleras de casa, no podía sujetar a los niños y las cosas que llevaba, y le pedí a Luis que me llevara él la carpeta. Al llegar a casa, le dí las gracias, y le expliqué que si no llega a ser por él no hubiera podido subir a casa. Pero no le dije que muy bien.
– cuando pintan
– cuando comen: no creo que mis hijos coman bien, ni tampoco que coman mal. Comen lo que necesitan, lo que hay. Suelen comer de todo, aunque hay cosas que no les gustan. Y comen sentados a la mesa, con sus cubiertos. Lógicamente, el pequeño (2 años) aguanta menos sentado a la mesa que el mayor (5 años), pero eso no quiere decir que uno coma mejor o peor que el otro.
– cuando recogen: después de jugar con algo hay que recogerlo. Sé que mis niños son pequeños, y que por eso muchas veces no lo hacen. Pero no es que lo hagan mal. Les recordamos que hay que recoger, les acompañamos, a veces nos enfadamos, les ayudamos… Y si recogen, no les decimos que han hecho «bien». Lo que hacen es ponerse a trabajar con otra cosa. La «recompensa» «el refuerzo positivo» viene solo, y es que como han recogido unos juguetes pueden sacar otros. Lógicamente, estoy de mejor humor cuando está todo recogido que cuando lo dejan todo por ahí tirado, pero no les decimos que lo hacen bien-mal.
– en los columpios: veo a madres que no paran de de decirles a sus hijos lo bien que suben al tobogán y lo bien que bajan, lo bien que se columpian, lo bien que se abrochan la cazadora, lo bien que se comen el bocadillo…. A mí eso no me sale. No sé si mis hijos suben bien al tobogán, nunca me lo he planteado.

 

15 Responses to “Por qué no decimos muy bien”

  1. julia mendoza Says:

    Creo que tienes mucha razón. A mi eso de pasarmela diciendole lo bien que hacen algo a mis hijos no me gusta, me gusta más preguntarles y que me expliquen como lo hicieron o que les gustó más de su trabajo me encanta escuchar sus respuestas.
    Mi hijo mayor tiene 8 años , recientemente dejamos la escuela y empezamos a aprender en casa. Además de la escuela él iba a una terapia de psicomotricidad y la terapeuta en cuanto supo que no asistía a la escuela le empezó a dejar trabajos para hacer en casa y si me recomendaba que lo felicitara mucho y le daba estrellitas cada sesión para «motivarlo»,
    Me dejó de gustar cuando mi hijo empezó a no querer hacer nada si no le ofrecía un premio a cambio, y además de que eran tareas y ella además quería que llevaramos un horario «escolar» para trabajar en la casa cosa con la que no estube de acuerdo, ahí descubrí que sí,si es una adicción a los elogios, y es muy difícil ahora irnos soltando de eso pues el niño se acostumbró a las estrellitas.

    • Claro, después de reflexionar y pensar, que el «muy bien» no es tan positivo, la pregunta es ¿y qué hago entonces? No se puede suprimir y ya está. A mí a veces me ocurre, que hay días que me encuentro diciendo solo lo malo, porque hay cosas (que salten en el sofá) que no puedo dejar que hagan. Si solo estoy a que se cumplan las normas y nada más… no puede ser.
      A mí, el describir lo que hacen tampoco me acaba de convencer. Pensaré más sobre ello, pero en principio, no me veo. Lo que yo tengo en mente es más bien algo cómo: este trabajo que están haciendo es muy importante, cómo puedo hacérselo ver sin entrar en su trabajo, cómo puedo demostrarles que este trabajo es importante, cómo puedo hacer que trabajen en mejores condiciones…
      Respecto a lo que cuentas de tu hijo, hay que ser muy valiente y tener las cosas muy claras para hacer algo así. Muchas felicidades. Normalmente los niños tardan un tiempo en recuperar su capacidad de trabajo, en poder volver a tener intereses y a tomar sus decisiones. Es normal, pero es muy duro y cuesta acompañar eso. Cuando algún padre me pregunatq ue qué puede hacer con su hijo que no quiere trabajar, lo que le suele contestar es que tiene que buscar un trabajo que su hijo se muera de ganas por hacer. ¿Tu hijo no lee? Pues consigue un libro que se muera de ganas de leer, que le resulte tan interesante que quiera leerlo.
      Mucha suerte, y mucha fuerza,
      Un abrazo

  2. Maribel Says:

    Me ocurre una cosa, cuando leo cosas de este tipo siento que este es el camino. Algo dentro de mí me dice que sí, que es así.
    Pero entonces ¿por qué me cuesta tanto llevarlo a la práctica?
    Yo misma soy en ocasiones una de esas personas que necesitan aprobación, lo reconozco. No es que necesite que todo el mundo me diga que soy maravillosa, no es eso, pero sí que personas muy contadas y muy importantes para mí piensen que hago las cosas bien.
    Yo ya sé de dónde me viene esta necesidad y sé cuál debe ser mi trabajo al respecto. Y no quiero para nada causar la misma necesidad en mi hijo. Y a pesar de todo me cuesta tanto…

    • Pues ya te he contado, que estoy pensando muchísimo en esto del trabajo personal que tenemos que hacer con nosotros mismos, pero lo siento mucho, creo que no llego a nada.
      Veo que ocurre lo mismo con esto y con muchísimos otros temas:
      – con el parto: hay madres que se informan, tienen apoyo, un buen profesional preparado en parto natural… y no lo consiguen
      – con la lactancia: lo mismo, mujeres con muchísima información, apoyo… que lo tienen todo a favor, y no pueden
      – con la disciplina de la crianza natural, el apego, el razonamiento de las normas…: esto me ocurre a mí, por ejemplo, mucha preparación, muchos cursos, leer y demás, y al final, hay situaciones que solo sé resolver dando un par de gritos
      Una cosa es la teoría, y otra muy distinta ponerla en practica, y muchas veces, con dominar la teoría no es suficiente.
      Creo que este es el aspecto que de verdad importa, ¿verdad? el cambiarnos a nosotras mismas, el crecer y madurar nosotras, más que el centrarnos en lo que trabajemos con ellos. Por muy clara que tengamos las cosas, todas nuestras inseguridades, miedos y cosas que tenemos sin trabajar, se nos escapan, se reflejan en nuestra relación con los demás, y por lo tanto, en cómo tratamos a los niños.
      Tengo pendiente una larga charla con mi doula, porque en alguna conversación con ella he intuido que tiene alguna pista sobre esto. Ya te contaré. Un beso. Seguimos dándole vueltas.

  3. PrissG. Says:

    Moni, qué tema tan apasionante. Desde que era muy joven (unos 18 años) comencé a observar cómo mis alumnitos se hacían «adictos» a los elogios que les dábamos en las clases (muchos eran verbales, y otros incluso, llevaban algún objeto)
    Comencé a sentirme muy frustrada cuando me daba cuenta de que las «buenas» actitudes que exhibían en clase ya no se repetían en sus casas, porque no estaban las maestras para darles su premio por la buena actitud.

    Desde entonces este tema de los elogios, los premios, los castigos, el conductismo, me ha apasionado bastante.
    Todavía tengo muchas incógnitas por responderme, pero sigo investigando y observando.

    ¿Has leído el libro completo de Alfie Kohn?, yo no lo he leído y está en mi «wish list», pero me quedé con la duda de por qué no estás de acuerdo del todo con él. Si se puede saber, me encantaría conocer más de tu opinión.

    Tu artículo me encantó, y estoy muy de acuerdo contigo. Te mando un abrazo!

    • No conozco el libro, me lo apunto para más adelante, y me pongo a trabajar en mi opinión sobre el artículo, ¿ok? Ahora no lo tengo muy en mente, tengo que repasarlo y ver…
      En el tema del trabajo escolar… es muy difícil quitar el muy bien. Yo lo que hago es diferenciar el trabajo en dos: por un lado el que busca una respuesta concreta (si das la respuesta esperada está bien, y sino está mal), y por otro lado el que busca desarrollar una capacidad. Si busca el desarrollo, el trabajo es un proceso, una evolución, y entonces no hay cosas bien o mal hechas. Lo que intento es convertir todo el trabajo en el segundo tipo de actividad.
      Una misma tarea, se puede trabajar desde el bien-mal, o desde el proceso. Leer, escribir, buscar información, cálculo, pintar….Todo depende de cómo se lo planteemos a los niños.
      Ver el aprendizaje como un proceso, tiene la ventaja que apuntas, que el crecimiento no termina nunca, no tiene fin. nunca se aprende a leer, nunca se lee bien ni mal, es una capacidad que desarrollamos siempre a lo largo de la vida. Porque si hoy ya, me dicen que leo bien, ¿para qué voy a seguir leyendo?
      Un abrazo,
      Mónica

  4. hola, no sé tu nombre, solo vi tu foto en el gravatar, pero tu trabajo me parece excelente.
    en qué país estás?

    Puedes conocerme en facebook

    soy Marta Vicente, me encargo de formación de maestros Montessori en República Dominicana

    y tengo un blog en wordpress.com
    http://www.voluntariadomontessori.wordpress.com

  5. Yo no tengo del todo claro este tema, tengo que estudiarlo un poco más porque lo veo muy abstracto por un lado y como qu eno me parece importante por el otro. Como que si es algo que a mi niño le hace feliz en un momento dado no veo el porqué no dárselo a propósito por pensar que igual le hago «adicto» a eso. Es como que no le voy a dar azucar porque se engancha, o no le voy a dar muchos mimos porque se hace un mimoso…etc. No creo que haya que evitar todo lo bueno para un niño por el miedo a que se acostumbre y luego lo demande.

    Por otra parte en mi familia no son de elogiar los logros de los niños. Es decir no tengo el recuerdo de que mi madre nunca me haya felicitado por algo, me haya dicho «muy bien hija», igual que no lo tengo de un abrazo o de un te quiero. Que esto me ha hecho una persona fuerte y segura de mi misma? Pues no lo sé, en la vida hay tantas cosas que influyen en la personalidad y cambiamos tanto a lo largo de los años…en un tiempo atrás seguro que fuí insegura, seguro que fuí débil, y seguro qu elo sigo siendo en algunas situaciones, seguro que he sido muchas cosas y he ido caminando y aprendiendo y forjándome con la experiencia de las cosas. Si ahora soy dependeinte de elogios o no y que eso tenga que ver con una infancia fria por parte de mis padres no lo sé. Sólo sé que me hubiera gustado sentirme arropada y valorada por mi familia cuando era niña, el haber recivido algun signo, palabra o lo que fuera cuando iba con unas notas excelentes o sobresalía en algo, porque no lo hubo y me sentía frustrada, triste, menospreciada. Por esto no voy a pribar a mis hijos de mi reconociemiento cuando hagan algo, mi valoración, mi ánimo. Si les estoy juzgando o no, pues igual si, pero acaso no es mi labor como madre el enseñarles cuando algo está bien o mal? acaso no soy yo la que tengo que guiarles en sus actos?

    Luego está el inpulso innato de albar a tus hijos, eso que sale de dentro, desde el amor inmenso que les tienes. Ese orgullo que sientes cuando le ves dar sus primeros pasitos o que de repente hacen algo que no te esperas y te deshaces en aplausos y achuchones. A mi me sale, y no tengo de momento intención de reprimirlo, porque es un momento bonito que disfrutamos tanto los niños como yo, porque negárselo? ¿porqué negármelo? No es todo esto demasiado racional? no es mejor dejarnos llevar por nuestro instinto, por nuestros impulsos a la hora de reaccionar ante algo que ha hecho nuestro hijo?

    Creo que es como he dicho al principio un tema muy profundo y a la vez algo qu equizá se queda en sólo dibagaciones, pero iré leyendo más sobre el tema a ver si me llega o me dice algo más. Porque como ya os he dicho he sufrido de pequeña la falta de valoración por parte de mis padres y tengo el recuerdo de dolor sobre ese tema. Y porque no me vale que lo hacemos porque nos educaron así porque a mi no me educaron así y me sale hacerlo. Gracias por hacernos reflexionar, tanto a ti como a Maribel y por encendernos una llamita de duda que nos haga profundizar en el tema.

    • Hola, muchísimas gracias por tu comentario, y perdona que mi respuesta haya tardado tanto.
      En ningún momento el razonamiento que sigo es que al niño haya que hacerlo sufrir para que se fortalezca. No hablo de no darle lo que quiere (el muy bien), sino de no darle algo que no necesita para nada, que le va a hacer dependiente, y que le va a hacer inseguro.
      En lo que hablas de tu infancia, lo que dices que hechas de menos es cariño, apoyo,… amor incondicional, en definitiva. Pero eso no tiene porqué ir acompañado con un «muy bien»
      Se puede dar amor, cuidar, y valorar el trabajo de un niño sin juzgarlo. Y así, el trabajo del niño seguirá siendo solo responsabilidad de él. Y como le cuidamos, y lo valoramos, no perderá interés ni motivación. Y claro que le guiaremos en sus actos, porque eso forma parte de cuidarlos, el explicarlos lo que pueden hacer y lo que no. Es simplemente eso.
      Respecto a los impulsos innatos, y el instinto…a mí, personalmente, ese razonamiento no me sirve, porque como bien has dicho tú, todos tenemos ya nuestra historia y venimas ya muy maleados, y a mí mi impulso muchas veces es dar una bofetada, y sí, claro que me contengo. Que sea instintivo, para mí no quiere decir que sea bueno. Precisamente las cosas «que me salen» son las que más me gusta revisar, porque es por donde se me escapa tdoo el chantaje emocional, todas mis inseguridades y mis miedos,…
      De nuevo, muchas gracias por tu aportación, y seguiremos dándole vueltas….
      un beso

  6. Carol Says:

    Hola! Llevo un tiempo reflexionando sobre este tema, desde que leí el artículo de alfie kohn hace años lo retomo de vez en cuando. Me pasa justo lo que dices.. que lo leo y lo veo muy lógico pero no me sirve el suprimir el «muy bien» sin más. También hace meses que trabajo más conscientemente el no juicio pero me he descubierto leyendo tu post que solo estaba considerando el juicio negativo! y un juicio positivo también es un juicio. Has ampliado mi visión de juicio 🙂 Por otro lado, como comentábais.. qué hacer entonces en lugar de soltar el «muy bien», «muy bonito», etc? yo no lo tengo claro.. pero ahora pienso que observar las emociones de los implicados puede ser una solución en determinadas ocasiones.. que hay tantas. Por ejemplo, si me emociono viendo un logro de mi hija puedo decirla sinceramente que al verla hacer «eso» me he sentido muy emocionada porque me alegra mucho verla cómo consigue logros segun va creciendo (por ejemplo). O.. atendiendo sus propias emociones se puede hacer notar un «debes estar satisfecha de haber conseguido «eso»». No se.. aquí lo dejo a ver que opinais. Algo que sí siento a veces es que mi hija espera un «muy bien» o un «muy bonito». Quedarse callada entonces cuesta, eh? Un abrazo!

    • Hola, gracias por tu comentario.
      Primero, eliminamos el juicio. Luedo vemos lo del juicio-positivo, y lo eliminamos también. Esto es «relativamente fácil», pero ¿y ahora qué?
      Pues depende en nuestro caso de la situación en concreto.
      Hay situaciones que veo que sigo juzgando, por lo tanto lo que tengo que hacer ahí es seguir trabajándome, ver lo que es normal y lo que no en el proceso del niño, buscar a ver cómo sobrevivís los demás padres con este tema, y revisarme constantemente.
      Y hay situaciones en las que tengo clarísimo que no hay porqué juzgar. Son todas aquellas que conllevan un proceso de aprendizaje, por ejemplo, leer y escribir, el desarrollo motor (gatear, andar, patinar, nadar…), pintar y modelar, construir cosas… Veo que son más juegos que trabajos, más o menos conozco como es el proceso natural de aprendizaje, y puedo ver como se desarrolla sin juzgarlo.
      En estas situaciones, lo que hago es colocarme detrás del niño, y ver qué necesita, darle mucho valor a la actividad (no al trabajo elaborado que hace el niño, a lo que esté construyendo). Por ejemplo:
      – si están bailando en casa, les ofrezco buena música, aparto los muebles o las cosas que les pueden molestar, me aseguro de que esa actividad la van a poder realizar otro día… pero no les digo que bailan bien
      – si están leyendo, me ofrezco a leerles en voz alta lo que quieran, doy hábitos de cómo se coge un libro y cómo se pasan las hojas, charlamos de lo que leemos, les acompaño, ofrezco ir a la biblioteca a buscar otro libro… pero no entro en si leen bien o mal
      – si están jugando a disfrazarse: proporciono material para el disfraz ofreciéndoles cosas, doy normas (no se pueden quitar las cosas, hay que pedirlas, las mantas del sofá no se pueden utilizar…), les ayudo a recoger y a doblar la tela, pero no entro en lo que pareces, o en lo guapo que estás, o en lo bien que te disfrazas.
      Porque ese es su trabajo, independiente de mi opinión, o de mis gustos. No trabajan para mí, su trabajo no me pertenece, y yo no tengo porqué entrar a juzgarlo. El juicio destruye el juego. Porque el juego no tiene finalidad, no es para los demás. Y el juicio, genera que el trabajo sea para mí.

  7. PrissG. Says:

    Qué interesantes reflexiones se están dando aquí. Me llamó la atención el comentario de «trestrillistigres», pues no se me había ocurrido considerar ese escenario, y creo que es muy válido. Nosotros somos un parámetro muy importante en la formación de la identidad de nuestros hijos, y nuestras respuestas claro que les van comunicando mucho de quiénes son (correcto o incorrecto)

    Y qué difícil situación con esto de dejarte guiar por tus impulsos. Estoy totalmente de acuerdo contigo en que si te nace abrazarlos y gritar de emoción por sus logros, lo hagamos, pero también estoy totalmente de acuerdo con Moni en que muchas veces mi primer impulso es gritarles o pegarles y por supuesto que tengo que reprimirme en eso.

    Creo que en este proceso me ha ayudado mucho un consejo que leí en el libro «Cómo escuchar para que los niños hablen y cómo hablar para que los niños escuchen» (o algo así), que dice que tus palabras se enfoquen a expresar lo que estás observando. Comentarios como: «veo que te esforzaste mucho haciendo ese dibujo», o «debes de sentirte muy satisfecho», o cosas así.

    A mí me gusta mucho demostrarles mi asombro a mis hijos cuando hacen algo y trato de enfocarme no en su habilidad o en lo bien del trabajo, sino en las cualidades que los llevaron a realizar dicho logro: «admiro tu perseverancia», «tuviste mucho esmero», «¡cuánta creatividad!», y cosas así.
    También me gusta mucho decirles de qué maneras específicas me benefició a mí o a otros lo que hicieron: «muchas gracias por recoger esa toalla, hiciste que no tuviera que agacharme yo»; «gracias por traerle un vaso a tu hermanito, eres un hermano mayor muy considerado»; «aprecio mucho tu ayuda, así pudimos terminar más rápido y ahora podemos leer juntos»

    Bueno, son algunos ejemplos, pero sí, ¡qué área tan difícil nos ha tocado! Supongo que los fantasmas de la infancia siempre estarán allí, en nuestro inconsciente, pero esperemos que nuestro esfuerzo por criar de una forma diferente rinda sus frutos en las siguientes generaciones. Espero que mis hijos no tengan tantos fantasmas como yo!

    • Hola, la verdad es que sí, las opiniones de los demás siempre aportan muchísimo: si son similares a lo que nosotros pensamos, siempre aportan una perspectiva un poco diferente; y so son contrarios, siempre nos hacen repensar nuestro planteamiento. Es una maravilla poder charlar así, poder dar la opinión y la forma de ver las cosas, sin que nadie se sienta mal.

      Nosotros por supuesto que somos el referente de nuestros hijos, para todo, y claro que parte de lo que tenemos que trasmitirles, es la idea de que hay cosas que están bien, y cosas que está mal.
      Pero yo creo que son dos cosas diferentes: por un lado va el juicio al trabajo del niño, y por otro lado van las normas y el respeto.
      Por ejemplo, si estamos pintando, los dibujos no están ni bien ni mal, no hay juicio al trabajo del niño. Pero eso no quiere decir que se puede hacer todo lo que se quiera: no se pueden romper los rotuladores, ni se pueden dejar destapados.
      Si vamos a patinar, no alabamos las proezas de los niños, porque no le vemos el sentido: cada uno patina a su marera, todos avanzan pero cada uno dependiendo de sus características y circunstancias. No juzgamos su trabajo, pero no les dejamos que rompan los patines, o que se empujen,… son cosas que no están bien.

      En cuanto a los impulsos, creo que ya he explicado, que yo no me fío de «lo que me sale», porque a veces no me gusta. A veces me sale pegar un grito o dar un cachete, que lógicamente, todo el mundo ve que no está bien. Otras veces en cambio, lo que me sale es una manipulación del niño, porque sería lo más fácil, un chantaje, o se hace lo que yo digo y ya está.
      Pero los niños aprenden de nuestras palabras, y sobre todo de nuestros actos. Y para educarlos no es suficiente con emplear ciertas palabras y ya está. Siempre es necesario un trabajo personal, trabajarse por dentro, a uno mismo.
      Por ejemplo, si a mí lo que me sale en una situación es dar un grito, lo puedo reprimir. Pero eso no es suficiente, porque aunque yo no responda con violencia, mis hijos lo perciben, y lo que aprenden no es de mis palabras, sino de mis actos, aprenden la violencia.
      Si yo decido que voy a dejar de juzgar el dibujo de mis hijos, no sirve con que deje de decir «qué bonito», porque aunque esas palabras no las pronuncie, ellos perciben mi juicio.
      Así que, concluyendo con esto, lo importante es trabajar en nosotras mismas, porque si lo que te sale es juzgar, estás juzgando aunque lo evites; si lo que te sale es alabar un logro, es lo que vas a acabar haciendo; y si lo que te sale es una reacción violenta, lo que les trasmites en violencia aunque intentes evitarlo.

      El libro de «como hablar…» no lo he leído (está en la lista de pendientes). Ya expliqué creo que en otro comentario, que hay actividades en las que tengo muy claro que yo no tengo porqué meterme en el trabajo de los niños, ni para juzgar, ni para alabar, ni para motivar, ni para describirlas. Este consejo, me sirve para aquellas otras en las que no lo veo tan claro, situaciones que no les tengo tan analizadas, y donde no tengo asumido el papel que quiero tener.
      Pero para aquellos procesos en donde tengo claro cual es mi papel, no me gusta esa solución, la de describir la acción. No estoy de acuerdo, porque me parece que es inmiscuirme en donde no me toca, meterme donde no me tengo que meter (en su trabajo). Y otra razón por la que no me gusta, es porque al final solo sustituimos una palabras por otras, cambiamos el qué bonito, por un veo que has utilizado mucho color rojo; pero detrás de eso, no hay un cambio en el papel del que acompaña al niño. Solo cambiamos las palabras, pero no cambia la educación que le doy. No conlleva un cambio en el acompañamiento del niño.

      Recientemente me ha llegado por facebook, un artículo que se titulaba «dime como enseñas y te diré cómo entiendes el aprendizaje» (o algo así, no recuerdo bien). El título me encantó, no puede ser más cierto.
      Si juzgas el trabajo del niño (qué bonito) es porque crees que el niño necesita oír tu opinión sobre su trabajo. Si le motivas, es porque crees que necesita motivación.
      Creo que resume muy bien un montón de cosas.

      Estos días me habéis hecho pensar mucho en el esfuerzo, por eso que decís de valorar su esfuerzo. Y creo que aquí, las palabras nos confunden. ¿Qué es lo que es un esfuerzo para el niño?
      – a mis hijos no les supone ningún esfuerzo aprender español, en cambio a mí, me supone un esfuerzo increíble a prender inglés. A mi marido, le gusta el ingles, y a él tampoco le supone esfuerzo.
      – a mí me supone un esfuerzo leer los textos que me dan en clase y comentarlos en los trabajos que me piden. En cambio, no me supone ningún esfuerzo leer los comentarios o vuestros blogs, y pensar sobre ello.
      Creo que la diferencia está en si la actividad es propia o ajena. Aunque estemos hablando de la misma actividad.
      A mi hijo pequeño le encantan las construcciones. Con sus manitas diminutas, agarra las maderitas, y con muchísima concentración las va colocando una encima de la otra. Tiene que resultarle dificilísimo. Lo hace muy concentrado, y cuando se le cae una torre empieza de nuevo. Una vez, y otra vez, y otra. ¿Eso es un esfuerzo? Nosotros no se lo aplaudimos, ni le decimos lo concentrado que está, ni qué bonito, ni qué torre más alta. Pero eso no quiere decir que no valoremos su trabajo o su juego. Y sentimos una ternura enorme, un amor inmenso, al ver sus preciosos ojitos, y sus manitas….Le agarraba y me lo comía a besos, pero me da cosa interrumpirle (se los doy más tarde, cuando termine). Como su trabajo nos parece muy importante, lo que hacemos es sacarle las maderas, y ayudarle a recoger cuando termina. Le buscamos un rincón despejado en casa donde poder hacer ese trabajo. Y cada vez que pasa un hermano suyo, le decimos que tenga cuidado, para que no haya accidentes. Cuidamos su trabajo, le apoyamos, le queremos…. pero no nos metemos en su trabajo.

      Para acabar ya, os fantasmas siempre van a estar ahí, por mucho que nos trabajemos y creamos tenerlos controlados. Somos seres humanos, y hay tantas variables que no se pueden controlar…. Me daría por contenta con trasmitirles que el crecimiento no acaba nunca (aquí estamos nosotras, ¿no?) y que siempre estarán a tiempo de solucionarse los fantasmas que yo les cree.

      Un beso,
      Mónica

  8. Cristina Says:

    Hola. Lo primero GRACIAS por tu trabajo, por compartir y por motivar.
    Justamente hace unos días observando mi hijo pequeño (20 meses) tuve la ocasión perfecta para reflexionar sobre este tema tán intrigante… De madrugada, sentado en la cama estaba mi peque repitiendo todas las palabras aprendidas a «lo largo» de su vida. Repetia cada palabra una o dos veces, se paraba, se reía, volvia a empezar. yo estaba tumbada a su lado pero el no me prestaba ninguna atención tán concentrado estaba en lo suyo y lo dejé en paz con su tarea. No necesitaba ningun aplauso, ningun BIIIEEEENNN, ninguna palmadita…el estaba realmente contento con sus logros.
    Y entonces me di cuenta de repente de cuantas veces les «robamos» sus logros (a los niños en general) valorandolos aunque sea positivamente; el aprender a hablar es la consecuencia logica de su desarrollo y es SU logro, él ha de sentirse feliz por lo que acaba de alcanzar y su recompensa será una comunicación más fluida y más eficaz con su entorno más proximo, mis halagos son una miseria comparados con la alegria que proporciona el darse cuenta de haber subido un pasito más hacia la cima…
    Te sigo en tu blog y te felicito,
    Cris

  9. Fanny Says:

    Muchas gracias por este artículo. Me ha quedado muy claro y creo que es algo que mi intuición/corazón me iban diciendo pero no lograba encontrar las palabras o el sustento teórico.
    Me ha servido para revisar mi propia historia y ver cuánto me han marcado los «muy bien» que recibí a lo largo de mi vida y el dolor/inseguridad que me produjo no escucharlos.
    Sigo con dudas de cómo reemplazar esos «muy bien» sin juzgar. Veo que mis niños están en una fase en la que quieren demostrar sus habilidades: «mira mamá, como me trepo al árbol», «mira mamá, te he hecho un dibujo», «Mira mamá, he construido una torre» , etc. etc… Me cuesta quedarme muda ante esos llamados en los que evidentemente me están pidiendo un feedback a la actividad que estén haciendo o hayan hecho. ¿Cuál sería la respuesta adecuada en estos casos?


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