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Blog sobre aprendizaje, crecimiento…

Condiciones de la educación creadora: vídeo septiembre 11, 2012

En estos vídeos se puede ver la charla que abrió el curso de formación en Educación Creadora que se impartió en Diraya entre los días 26 de agosto al 2 de septiembre del 2012. Son 5 partes de 10  minutos cada una:

 

Actividad educativa: contar cuentos agosto 1, 2012

En esta entrada presento otra actividad, sin mucha intención educativa. En esta actividad, el adulto cuenta un cuento, y el niño escucha.

Para poder llevar a cabo esta actividad, es imprescindible que el adulto quiera contar el cuento, y que el niño quiera escuchar. Sino no se puede llevar a cabo.

El mejor momento para la mayoría de la gente suele ser al acostarse, todos juntos metiditos en la cama, suele ser lo más habitual, pero se puede hacer en cualquier otro lugar o momento: en el coche, de paseo, después de comer, en el autobús, en la sala de espera del médico….

Qué contar:

A la hora de contar, hay varias opciones. Podemos:

– inventarnos un cuento

– contar un cuento que nos sepamos

– contar otra cosa

Lo más habitual es contar un cuento que nos sepamos, o aprendernos un cuento para contar, pero cualquiera de las otras opciones son perfectas. Hay quien no se siente capaz de aprenderse un cuento y acordarse de él más tarde para contarlo; y hay quien no tiene tiempo de leer cuentos para aprenderse. Por lo que a lo mejor estas personas prefieren inventarse los cuentos sobre la marcha. Perfecto.

En cualquier caso, no tener cuento, no es disculpa para no hacer esta actividad: todos podemos pasar un rato divertido, tranquilo, íntimo, con nuestros niños contándoles cosas. Son buenísimas las historias de nuestra propia infancia, cosas de cuando éramos novios… todas esas anécdotas familiares que le encantan a todo el mundo.

Si lo que vamos a hacer es buscar un cuento para contar, recomendamos buscarlos entre los cuentos de tradición oral. Estos cuentos se han formado pasando de generación en generación de forma oral, por lo que tienen una estructura perfecta para ser contados. Son claros y directos, con mucha acción, sin detenerse en descripciones o detalles que puedan distraer de la historia. Los cuentos tradicionales son cuentos diseñados para contar.

Para poder contar un cuento, es importante que nos guste, que nos mueva algo por dentro. Que nos haga mucha gracia, o mucho miedo. Pero que nos diga algo. Hay personas a quienes los cuentos tradicionales no les gustan porque les parecen violentos o machistas.  Si un cuento no te gusta, no lo cuentes. Escoje otro.

Requisitos imprescindibles para llevar a cabo la actividad:

Sé que me repito, pero es importante:

– querer contar

– que el niño quiera escuchar

– que te guste lo que cuentas, o que te de mucho miedo, o mucha risa, o mucha pena…… que lo que vayas a contar te mueva por dentro, que te llegue de verdad, que conecte contigo

– escoger un buen momento

Desarrollo de la actividad:

Empiezo desde el principio:

– busca algo para contar: esto te lo puedes saltar, porque todo el mundo tiene millones de historias para contar (anécdotas personales e historias familiares). Pero si quieres buscar algo para contar, lee cuentos tradicionales. Lee y lee hasta que encuentres uno que te guste mucho, y apréndetelo. Si no te gustan los cuentos tradicionales, busca otro tipo de historia.

– busca un buen momento para contar: un momento en el que te apetezca, y en el que le apetezca al que va a escucharte. Un momento tranquilo, sin interrupciones, sin juicios externos… Un momento y un lugar en el que estéis en confianza.

– cuéntalo, y disfrútalo.

Completamente prohibido:

– Fingir, no ser uno mismo. La actividad implica sinceridad, no actuar, y no juzgarse. A los niños les encantan los cuentos, les encanta pasar tiempo de calidad con sus padres, por lo que simplemente con esto, está garantizado el éxito. Queremos pasar un buen rato, compartir una historia, y crear un clima de comunicación profunda. Hay personas que son muy serias, otras que les encanta poner voces, otros que necesitan estar en movimiento para contar cosas…. perfecto todo, cada uno es como es, y cada cual cuenta las cosas a su manera.

– hacer preguntas: terminantemente prohibido hacer un examen después del cuento para comprobar si escucharon y comprendieron bien la historia

– enseñar ilustraciones: la actividad consiste en contar, no en leer, por lo que para llevarla a cabo no tendremos ningún libro ni soporte visual delante. Queremos una comunicación profunda, por lo que no nos interesan los intermediarios. Por otra parte, cuando el niño escucha una historia, su cerebro trabaja creando sus propias imágenes, y desarrollando así su capacidad de abstracción. Si presentamos imágenes, el cerebro no puede elaborar las suyas.

– intentar animar a la lectura: esto no es una actividad de animación a la lectura. Leer es apasionante, no se necesita que te animen.

– interrumpirse: si la actividad termina antes de que se acabe de contar el cuento, por ejemplo porque el niño se cansó de escuchar o se quedó dormido, o surgió algo más interesante, no pasa nada. Pero lo que no puede ser es que empecemos con el cuento  y nos acordemos de tal cosa y se desvié todo el asunto.

 

Refuerzos y castigos junio 18, 2012

Nuestras acciones tienen consecuencias. Desde la psicología conductista, estas consecuencias se dividen en refuerzos y castigos:
Los refuerzos se utilizan para reforzar una conducta, para que se repita. En cambio los castigos se utilizan para eliminar conductas.
Tanto los castigos como los refuerzos pueden ser positivos o negativos:
– refuerzo positivo: a quien ejecuta la conducta que estamos reforzando, le damos algo positivo, le pasa algo bueno como consecuencia de esa conducta.
– refuerzo negativo: a quien ejecuta la conducta que estamos reforzando, le quitamos algo malo, algo malo que le pasaba le deja de pasar como consecuencia de esa conducta
– castigo positivo: a quien ejecuta la conducta que queremos eliminar, le damos algo malo, algo malo le pasa como consecuencia de esa conducta
– castigo negativo: a quien ejecuta la conducta que queremos eliminar, le quitamos algo bueno, algo bueno que le pasaba, le deja de pasar como consecuencia de esa conducta.
 

Para aumentar conducta  Refuerzo positivo  Damos algo bueno
Para aumentar conducta  Refuerzo negativo  Quitamos algo malo
Para disminuir conducta  Castigo positivo  Damos algo malo
Para disminuir conducta  Castigo negativo  Quitamos algo bueno

Ejemplos tradicionales de esto serían:
– refuerzo positivo: un niño hace algo que consideremos bueno, y para que lo mantenga o como premio, le compramos un regalo, le dejamos que tenga más recreo, le decimos muy bien… lo premiamos con algo que le gusta.
– refuerzo negativo: un niño hace algo que consideremos bueno, y para que lo mantenga, le dejamos salir antes de clase, puede no comerse todas las verduras que no le gustan, … lo premiamos evitando algo que no le gusta
– castigo positivo: un niño hace algo que consideremos malo, y para que no lo haga más, le damos trabajo extra, más deberes, … lo castigamos con algo que no le gusta
– castigo negativo: un niño hace algo que consideramos malo, y para que no lo haga más, le dejamos sin recreo, o sin postre, o sin ir al cine… lo castigamos quitándole algo que le gusta.

Así es como la psicología oficial entiende el desarrollo y el aprendizaje, y así es como se entienden normalmente los premios y castigos.
Esto lo he estudiado en cursos, en la carrera… está por todas partes, pero con el tiempo, cada vez me chirriaba más. Es completamente cierto que los refuerzos y castigos existen y nos afectan. Pero no estoy de acuerdo en cómo se enfocan, en cómo se utilizan.
Según esta forma de entender el desarrollo, los refuerzos y castigos son completamente necesarios. Además, los adultos que educamos, podemos manipular las consecuencias de las acciones de los niños, para poder poner o quitar las conductas que nos interesen.

Desde mi punto de vista, en general creo que no estoy a favor de premios o castigos, pero es cierto que todo en la vida tiene consecuencias: nuestras acciones van a tener consecuencias, y éstas delimitarán nuestras conductas futuras. Pero una cosa son las consecuencias naturales de nuestros actos, y otra cosas son las consecuencias que imponemos los adultos, y que utilizamos para manipular a los niños, para intentar modificar su conducta.

Yo he visto otra forma diferente de trabajar que funciona. Una forma de entender la educación y el desarrollo, que es diferente a la expuesta aquí arriba, y que sin embargo tiene buenos resultados. He visto trabajar y aprender a niños, sin “refuerzos positivos”. Y estos niños continuaban aprendiendo y trabajando, sin motivación extrínseca, sin que nadie les animara a hacerlo desde fuera. ¿Cómo es posible?

Los que seguís el blog, ya sabéis cómo entiendo la educación.
– desde el no juicio
– dándole mucha importancia a de las influencias, al grupo
– respetando el interés del niño (aquí , aquí y aquí hablamos de ello)
– cambiando el rol que se le da al acompañante
– entendiendo el juego del niño como su trabajo fundamental
– con las condiciones de la educación creadora (aquí y aquí hablamos de ellos)

Desde como yo entiendo la educación, el crecimiento y el aprendizaje:

¿Que es un refuerzo positivo?
He dicho que es una consecuencia, que te lleva a volver a repetir una conducta, que la refuerza, porque a cambio consigues algo bueno para ti.
El refuerzo positivo se entiende comúnmente como darle al niño algo que le gusta, cuando el niño hace algo “bien”. Hay un montón de programas educativos que se basan en el refuerzo positivo.
Pero, ¿y si trabajamos desde el no juicio? ¿y si cambia el papel del educador? ¿y si no es el educador el que reparte los refuerzos positivos? ¿como es que hay niños que trabajan sin motivación externa o sin recibir elogios?
Desde mi perspectiva, cuando el niño trabaja en (lo que yo creo que son) buenas condiciones, consigue un montón de cosas buenas para él:
– seguridad en sí mismo, porque su avance solo se le debe a sí mismo
– desarrolla capacidades: creatividad, autonomía,
– tiene el control de su trabajo
– trabaja en lo que le gusta, en lo que quiere
– crece su interés, su motivación, su trabajo

– establece relaciones de calidad con quienes le rodean, sin manipulaciones, sin competición
Esos son los refuerzos positivos, los naturales, los reales, los intrínsecos, los que le motivan al niño a continuar creciendo, trabajando, aprendiendo, desarrollarse….
Si trabajando, te desarrollas, continuas trabajando.

¿Qué es un refuerzo negativo?
He dicho que es una consecuencia, que te lleva a repetir una conducta, que la refuerza, porque a cambio consigues eliminar algo que era malo para ti.
El refuerzo negativo es menos conocido, estamos menos acostumbrados a hablar de él, y cuesta más encontrar ejemplos. El desarrollo del niño en las condiciones que yo considero adecuadas, tiene muy en cuenta el darle al niño las mejores condiciones de trabajo, y esto incluye eliminar todo lo que puede molestarle.
Si trabajando, quien se ocupa de tu educación evita las interrupciones, el juicio… puedes continuar trabajando.

¿Qué es un castigo positivo?
Dije anteriormente, que es una consecuencia que te lleva a eliminar una conducta porque con ella consigues algo que es malo para ti.
Normalmente, la gente lo entiende como darle al niño algo que no le gusta.
Desde mi punto de vista, ponerle al niño un castigo positivo, es darle un “muy bien”, darle una valoración positiva, que el niño no necesita, y que como consecuencia hará que desaparezca el trabajo.
El juicio, las alabanzas, hacen que el niño trabaje para que le alaben, por lo que se elimina el trabajo para uno mismo. Le damos al niño “una buena nota” y con ello le hacemos dependiente de nuestra opinión sobre su trabajo. Deja de trabajar para sí mismo, para empezar a trabajar para nosotros. Y con el tiempo, el trabajo desaparece.
Soy consciente de que esto suena muy fuerte, pero la realidad está al alcance de todos: a todos los niños les dicen que pintan muy bien, y todos los niños abandonan el dibujo con los años.
Si trabajando para ti, te dan una motivación extrínseca, dejas de trabajar con motivación intrínseca.

¿Qué es un castigo negativo?
Dijimos que es una consecuencia que te lleva a eliminar una conducta porque dejas de conseguir algo que era bueno para ti.
El ejemplo de esto es muy fácil, si a un niño le quitas la posibilidad de trabajar de forma autónoma y libre, el niño deja de trabajar. Si a un niño, le dices en qué tiene que trabajar y cómo, le estás quitando algo que era bueno para él (la posibilidad de trabajar a su manera, de desarrollar sus intereses, de hacer sus investigaciones y pruebas, de tomar sus decisiones…). Y como consecuencia, se extinguirá ese interés, esa iniciativa, ese trabajo.
Si trabajando, te quitan el poder tomar decisiones, dejarás de trabajar.

 

He leído: Del dibujo infantil a la semiología de la expresión, de Arno Stern May 22, 2012

Este libro nos dio una gran alegría cuando se publicó, en el 2008, porque no había ninguno reciente de Arno Stern en español. Pueden encontrarse más títulos en otros idiomas.

El libro trata de la evolución que va siguiendo el dibujo desde la infancia y a lo largo de toda la vida: es lo que Arno llama la Formulación. Explica en qué consiste, qué pintan los niños y qué no, y porqué. De dónde viene, cómo evoluciona, qué condiciones tienen que darse para que no se destruya ese proceso.

El libro se le muy rápido y es ameno (o eso me parece a mí, porque ya sé de lo que habla). Tiene muchas fotografías, dibujos y esquemas que ilustran la explicación.

En cuanto al contenido, me parece básico, imprescindible para cualquiera que tenga algo que ver con la infancia o con el dibujo. Me queda la duda, de si sólo con la lectura del libro se puede llegar a comprender en qué consiste y qué condiciones necesita el dibujo infantil para crecer y desarrollarse. Es mucho lo que se intenta trasmitir, y no sé si se consigue sólo con la lectura del libro. La forma de ver el dibujo infantil (y la educación en general) es muy diferente a lo que hemos vivido y a cualquier otro enfoque que hayamos visto, por lo que no sé, si con la lectura del libro se puede llegar a comprender cómo funciona realmente el dibujo infantil.

 

Actividad educativa: pintar abril 26, 2012

La actividad consiste en que el niño pinta, libremente lo que quiera, sin condicionamiento por parte de los adultos. Con el transcurso del tiempo y la práctica, este trabajo lógicamente irá evolucionando, creciendo y avanzando. No voy a entrar en cuestiones más teóricas acerca de cómo es el dibujo infantil, o en cómo se trabaja desde la educación creadora. Intentaré explicar tan solo lo concreto, lo práctico, el cómo hacer para pintar en casa desde esta perspectiva.

En qué no consiste esta actividad

La actividad que propongo es opuesta a la forma en que se trata el dibujo infantil normalmente en nuestra sociedad.

Lo normal, cuando un niño pinta es: que se le de papel sucio y pinturas de poca calidad; que no se le haga ningún caso mientras pinta; o que se le den dibujos para colorear o para copiar; que se le pinten cosas para que le inspiren, o para que vea cómo se pintan; que se le pregunte qué hace; se pide que de explicaciones sobre su trabajo; se le enseña a dibujar; se le dice que lo que hace es muy bonito, estupendo, precioso; se expone su trabajo; se abandona su trabajo.

El dibujo infantil se trabaja en estas condiciones normalmente, y lo que se consigue con ello es que los niños crean que no saben dibujar, y que abandonen la pintura. Esto es así, es un hecho.

Materiales:

Lo más sencillo es trabajar con papel blanco y rotuladores. El papel tiene que ser blanco, no cuadriculado ni por supuesto, con nada dibujado ni escrito. El adulto tiene que demostrarle al niño que su trabajo es importante. Por esto, porque se toma en serio el trabajo del niño, no le da papel sucio, ni usado, le da folios en blanco, un buen papel.

Si se deciden usar rotuladores, estos deben pintar correctamente y hay tener repuesto para cuando se sequen.

Si se quiere simplificar, se puede utilizar también un simple bolígrafo. Y si se quiere complicar más, se pueden utilizar témperas, pero siempre cuidando la calidad del material. Para poder trabajar bien, se necesita una buena herramienta.

Nosotros en casa utilizamos papel y rotuladores, no muchos colores. Pero a veces utilizan una pizarra blanca y rotuladores.

Lo importante es que tengan para trabajar un buen material, cuidado, bueno, en condiciones.

Espacio y tiempo:

Cuando nosotros pintamos en casa, lo hacen sentados en una mesa pequeña, de su medida. Se puede hacer también en una grande, o cada uno donde le resulte cómodo. Lo importante es que lo hagan en una posición adecuada. El adulto tiene que cuidar eso.

En casa no tenemos mucho espacio, pintan mis tres hijos juntos en la misma mesa. Cada uno en su hoja, porque el trabajo de cada niño es sagrado. No se comparte el trabajo. Pero sí se comparte el espacio (la mesa) y los rotuladores. Lo social se trabaja respetando escrupulosamente el trabajo de los demás, y respetando el material y el espacio que tenemos.

Y esta actividad se puede realizar todas las veces que se quiera, los días que se quieran. Como mínimo, yo la pondría un día a la semana. Pero lo que sí que es importante es que haya un ritmo, una continuidad en el trabajo, para que pueda haber una evolución. No sirve de nada pintar todos los días durante dos semanas, y estar otras dos sin pintar, luego pintar un día suelto, otra semana sin tocarlo y luego tres días seguidos… Es necesaria una constancia, que puede ser la que cada familia necesite: un día si, uno no; o todos los días; o cada tres días, o un día a la semana…. pero con una cierta regularidad.

Y el tiempo que dura la actividad, depende de cada niño, de su edad y de su ritmo. Mis hijos por ejemplo, cuando pintan suelen estar entre 15 y 30 minutos.

Qué hace el niño

El niño pinta. Ese es su trabajo. Es asunto solo de él, no nuestro. No pinta para nosotros.

Qué hace el adulto

El adulto se encarga de que el niño pinte en las mejores condiciones del mundo. Acompaña al niño, le apoya, y hace posible que el niño pueda trabajar. Le da valor e importancia al trabajo del niño sin juzgarlo. Asiste al niño y a su trabajo. El adulto tiene que establecer con el niño una relación a la que no estamos acostumbrados, una relación que es difícil que hayamos visto en ningún sitio.

El adulto hace cosas que son accesorias, que hacen el trabajo agradable. Es como una herramienta del niño. Hace aquellas cosas que distraerían al niño de su trabajo. Tiene que estar ocupado, porque no es un observador y es fácil pasar de observador a destinatario del trabajo. Tiene que dejar de ser el que evalúa el trabajo final, para pasar a ser el que cuida y hace posible que haya un proceso.

En nuestra sociedad, se alaba el trabajo del niño para motivarle a que siga pintando, para animarle, para demostrarle que nos importa. En esta actividad, le haremos ver al niño que le queremos, y que su trabajo nos importa de otra manera, sin inmiscuirnos en el contenido de su trabajo, sin juzgar el dibujo. Esto lo hacemos cuidando su trabajo, respetando su proceso, protegiéndolo del juicio, estando presentes, dándole lo que necesita, asistiéndole en su proceso y desarrollo.

Lo normal es que un niño pinte y cuando termine le digamos «que bonito». Aquí lo que propongo es darle valor al trabajo del niño a lo largo de toda la actividad, sin pasar por el juicio. Yo no lo demuestro que le quiero y que su trabajo me importa porque le ponga una buena nota final diciéndole cuánto me gusta, yo le demuestro que le quiero y que su trabajo me importa, dando la posibilidad de que ese trabajo se desarrolle y crezca, respetándolo y protegiéndolo del juicio, cuidando de las condiciones para que todo esto pueda desarrollarse.

Esto se traduce en que el adulto:

– le da al niño un buen material: le da buen papel, le coloca a su alcance buenos rotuladores, tiene repuestos para cuando se sequen dárselos…

– cuida de que el material vaya a continuar en buen estado: limpia la mesa cuando se ensucia, cambia los rotuladores que se secan por otros nuevos, no deja que nadie trate mal el material, cuida de que el rotulador esté bien cerrado cuando se deja…

– cuida de que el niño trabaje cómodo: si está demasiado lejos de la mesa, le acerca; si la mesa es demasiado alta, le coloca un cojín en la silla; si el niño pinta tumbado en el suelo, le da un cojín, o le tapa con una mantita, o le da una carpetita o un cartóncillo para que ponga debajo del trabajo y pinte cómodo. También cuida de la mano del niño: para poder pintar en las mejores condiciones, la mano tiene que estar relajada y se tiene que coger el rotuladores de la forma correcta.

– da y hace cumplir unas normas: da hábitos de trabajo, de cómo coger el rotulador, respetar el trabajo del compañero…

– guarda el trabajo terminado, poniéndole antes el nombre y fecha, y lo archiva en una carpeta para cada niño

– no juzga el trabajo, ni lo describe, ni comenta, ni motiva… No entra para nada en el trabajo, porque no es asunto suyo: el dibujo es el juego del niño.

– conoce cómo es un proceso normal, hace cursos, lee libros y reflexiona. Conocer el proceso te permite no juzgarlo. Saber que hay una evolución, da mucha tranquilidad, quita miedo. Si sabes que en la evolución de dibujo, el niño pinta torbellinos, y luego ganchos, no te da miedo respetar el proceso, porque sabes lo que va a suceder. No te extrañas, ni te sorprendes, simplemente acompañas el proceso sin juzgarlo.

Qué no hace nunca

– hablar del contenido del trabajo, juzgar, exponer,

– comparar niños: cada niño es diferente a los demás, y por eso cada niño tiene un proceso diferente de los demás

– enseñar a pintar: trabajando así, el niño aprende a pintar, sin enseñanza. Con continuidad y sin juicio, el niño se siente seguro y puede jugar pintando. Así, su trabajo va evolucionando, pasando por diferentes etapas, conquistando nuevos descubrimientos con seguridad y sin miedo. Y este aprendizaje dura toda la vida.

– abandonar al niño: el adulto tiene que estar presente, no se les puede dejar solos

– ser un observador: y no puede tampoco quedarse quieto mirando, tiene que hacer algo

 

Un ejemplo práctico:

En nuestra casa, puede que ellos me pidan pintar, o que se lo ofrezca yo. Cuando les veo que no están haciendo nada se lo ofrezco, les pregunto ¿queréis pintar?  y si uno quiere, normalmente los demás también, por lo que casi siempre pintan los tres a la vez. Solo les dejo pintar en estas condiciones si yo voy a poder estar atendiéndoles, sino tienen que esperar a otro momento en que yo pueda estar con ellos.

Lo primero que hacemos es preparar la mesa, porque la solemos tener llena de cosas, así que despejamos el espacio y se sientan. Tiene cada uno su silla, pero a veces les gusta cambiarse el sitio. Da igual, lo importante es que la mesa esté limpia, despejada y en condiciones, que no haya nada alrededor que moleste o distraiga, que haya un orden. Pongo un bote con los rotuladores en el centro de la mesa (aunque también se puede colocar en otro lugar y van y vienen a cogerlos) y les doy una hoja a cada uno.

Al darles la hoja, conviene dársela a la mano y no colocársela en el mesa, porque así ellos se la ponen en la mesa como quieran (vertical u horizontal), sin que yo tenga que preguntarles. Los folios están guardados en otro lugar, por lo que se levantan a coger la hoja, y vuelven a la mesa.

Cada uno coge un rotulador, el que quiera y comienzan a pintar. Solo se puede coger un rotulador, el que van a usar, porque no se puede acaparar  los rotuladores (hay pocos y hay que tener en cuanta a los demás, y además solo se pinta con un color cada vez). Y hay que tratarlos bien, no les dejo que los golpeen. También hay que poner atención a que se tapen bien para que no se sequen. Cuando cambian de color, dejan el rotulador en su sitio (orden, limpieza y respeto por lo demás y el material) y cogen otro de otro color.

Mientras están pintando charlamos de todo un poco, de cualquier cosa menos del trabajo que estén haciendo, claro. Durante todo el proceso hay que hacer ver para qué estamos presentes: estamos ahí porque los queremos, porque los aceptamos, porque su trabajo es importante para nosotros. Esto hace que al final, el niño no busque la aprobación del adulto a través de su trabajo («¿te gusta?»), el niño se tiene que dar cuenta de que ya tiene nuestra aprobación. Pero no hay un juicio del trabajo. No entramos en el trabajo, ni para juzgarlo ni para describirlo. Su trabajo es suyo.

Lo que suelo hacer mientras pintan es limpiar la mesa con una toallita, cuando se cae algo al suelo (un rotulador o una tapa) se lo recojo, y así no se tienen que levantar; asegurarme de que no se les dobla ninguna esquina del trabajo…. Esas cosas. En cuanto los niños y el adulto entienden cual es la función del adulto, surgen solas las cosillas que se pueden hacer.

Con mi hijo pequeño, por ejemplo, que tiene 20 meses, lo que tengo que hacer es tener cuidado de que coja bien el rotulador, porque tiende a cogerlo o muy cerca o muy lejos de la punta. Y recogerle todo lo que se le cae (que es bastante). También tengo que tener cuidado de que no coja un puñado de rotuladores. No lo hace para acaparar, lo hace por jugar, así que le suelo ofrecer otro material («con los rotuladores no puede jugar así, ¿has terminado de pintar? ¿quieres que saquemos las piezas de construcción?»). Los rotuladores solo se los dejo para pintar, para jugar le doy otro material. No los puede chupar, ni lanzar, ni le dejo jugar a meterlos y sacarlos del bote (que le encanta).

Con mi hijo mayor, que tiene 5 años, mi trabajo va por otro camino. Él es más mayor, y está mucho más condicionado, por las abuelas y por el colegio. Por lo que mi trabajo fundamentalmente es darle conversación. Si mientras trabaja, estamos charlando tranquilamente, de cualquier cosa, no hay ningún problema, puede pintar con calma, con seguridad, jugando, disfrutando, sin comeduras de coco. Mientras charla conmigo puede jugar a pintar sin problemas. Pero si no estoy presente, o me distraigo… poco a poco tiende a meterse en el trabajo de sus hermanos, a contarnos qué está pintando, … es muy sutil, porque en casa esto lo trabajamos mucho, y no tiene un condicionamiento bestial, pero por pequeño que sea no me gusta. Cuanto más condicionado está el niño, más dificil es trabajar así.

Y con mi hija, que tiene 3 años, es todo mucho más fácil. Pide todo lo que necesita, y listo. Ahora mismo necesita muy poco: apenas se le caen cosas, y casi no se le escapa el trazo del papel. Y ahora mismo no tiene ningún condicionamiento ni ningún problema. Pero como tiene asumida esta relación que tenemos, como tiene claro cual es mi papel, y quiere seguir teniendo trato conmigo, ella misma ha buscado algo que yo pueda hacer, para trabajar juntas, para que yo la cuide, para que yo pueda hacer ver que su trabajo me importa sin pasar nunca por el juicio. Me pide que le sostenga la tapa del rotulador: coge un color, lo destapa, y me da la tapa, cuando termina con el color me lo da, y mientras yo lo tapo y lo pongo en su sitio, ella coge otro y me da la tapa nueva. Esto lo ha pedido ella sola, a mí no se me había ocurrido, y es un buen trabajo para el adulto que asiste el juego de pintar y que no sabe muy bien qué hacer.

Cuando alguno de los tres termina su trabajo, lo cojo y le doy la vuelta, y en la parte de atrás pongo su nombre y la fecha. E inmediatamente lo guardo en su carpeta.

Nunca hay comentarios sobre los trabajos:

– Ya está,

– Trae, hoy es….. ¿Quieres otra hoja?

– si, dame

No hay un momento en el que nos detengamos a mirar el trabajo, es todo inmediato, me lo dan, le pongo el nombre y lo archivo, por lo que no se da pie a hacer comentarios o a entrar en el trabajo del niño. Cada uno tiene una carpeta, en la que voy archivando todos sus trabajos. Tengo todos los dibujos que han hecho perfectamente guardados y archivados. Y lógicamente, en ellos hay una evolución, ha habido un proceso, un aprendizaje, sin juicio, con seguridad, sin depender de la opinión de los demás, sin motivación, solo respetando y haciendo posible el juego de pintar. De verdad que los niños no necesitan motivación para pintar: mi hijo mayor ha pintado así 5 años, y se ve perfectamente una evolución en su trabajo. Y en casa no ha recibido nunca ningún juicio sobre su trabajo.

Hay gente a quien no le gusta esta forma de hacer las cosas porque creen que es cruel no decirle a un niño que te gusta su dibujo. Esto no consiste en eso, esto no es un método que consiste en no decir «qué bonito». Consiste en no juzgar algo que no está destinado a ser juzgado. Consiste en posibilitar una evolución y un desarrollo, en no cortarlo. Desde mi punto de vista es cruel destruir el juego de pintar, haciéndole entender al niño que al dibujar tiene que conseguir un trabajo que guste a los de su alrededor. Hay muchas formas de hacer ver a un niño que le quieres.

Si vas a intentar hacer algo así en casa:

Con un niño pequeño, que no está condicionado es muy fácil, y que empieza a pintar, es muy muy fácil. Solo hay que reflexionar un poco acerca del papel que quiere jugar el adulto en este proceso.

Con un niño que ya está condicionada, es un poco más complicado, pero se puede. El adulto tiene que tener claro, qué va a hacer y que no, y poner un antes y un después. Yo intentaría cambiar todo lo que rodeaba el dibujo antes, si se daban otras condiciones.

Por ejemplo, si antes el niño pintaba solo en su habitación, ahora le haría pintar en el salón. O si antes pintábamos juntos en el salón, pues ahora en la habitación. Cortar con lo que se ha hecho antes. Se pueden ir a comrpar un paquete de folios, una carpeta y unos rotuladores nuevos, que no haya usado antes. Y se puede preparar un rinconcito en casa, nuevo, donde se vaya a pintar.

Al niño se le puede verbalizar todo, no pasa nada, pero es mucho más importante lo que se hace que lo que se dice. Se le puede explicar en qué consiste el juego de pintar, y se puede poner la norma de que «no se habla del trabajo».

Hay niños a quienes les resulta muy difícil recuperar su juego de pintar, todo depende de lo condicionados que estén, y hay niños que lo pasan muy mal. Pero se puede. Es una gran conquista para el niño dejar de trabajar para los demás y comenzar a trabajar para uno mismo. Es mucha responsabilidad y requiere un gran esfuerzo por parte del niño, pero por supuesto que se puede.

Para saber más:

– En el blog hay una serie de entradas dedicadas al dibujo infantil, a la educación creadora y al juego de pintar. Se pueden buscar en el índice, o en las categorías

– También hay mucha información en la página de Diraya, los talleres de educación creadora de Bilbao. En los enlaces hay referencias de a más páginas de educación creadora.

– El último libro de Arno Stern, titulado Del dibujo infantil a la semiología de la expresión, ed. Carena

 

Actividades educativas para niños abril 15, 2012

Yo soy de la opinión de que los niños aprenden solos, sin necesidad de enseñanza ni programación por parte de los adultos que los acompañan. Pero este aprendizaje necesita de un cierto entorno para que se produzca. Por ejemplo, para un bebé pequeño aprender alemán es una cosa normal y natural. No necesita enseñanza, sino que aprenderá él solito. Pero para ello necesita una serie de condiciones, por ejemplo, que sus padres hablen alemán. Y así, en Alemania, millones y millones de bebés, aprenden ellos solitos a hablar alemán, sin enseñanza, sin «programación», sin «actividades».

Lo mismo sucede con el resto de aprendizajes. Para aprender a andar, necesitan tener la posibilidad de hacerlo (que le dejen explorar en el suelo) y tener humanos a su alrededor que anden. Para aprender a leer necesitan tener a su alcance textos escritos, estar rodeados de adultos que lean y que contesten a sus preguntas. Para aprender a contar necesitan oír contar, y poder jugar con ello, practicarlo.

El niño puede aprender cualquier cosa por sí mismo, sin enseñanza, en las condiciones adecuadas y con el acompañamiento adecuado.

Cuando busco actividades para hacer con mis hijos, no encuentro casi ninguna que cumpla con estas condiciones, que esté así planteada. Casi todas las actividades educativas están pensadas desde el punto de vista contrario: le enseñan al niño a hacer cosas. Es casi imposible encontarr actividades programadas en las que no se enseñe, en las que el adulto tome otro pepel que no sea el de «enseñante».

Por ejemplo, si busco una actividad que me sirva para enseñarles a construir adornos navideños, es fácil encontrar un montón de actividades y de ideas, ya diseñadas. Pero lo que yo busco son ideas para que ellos desarrollen su capacidad de construir con distintos materiales… la cosa se pone más difícil.

En próximas entradas, pretendo escribir sobre las actividades educativas que nosotros llevamos a cabo en casa, describirlas a modo de receta, igual que se hace con las actividades que enseñan cosas. Lo que propongo, no son actividades para enseñar, o que aprendan algo en concreto. Y muchísimo menos, son actividades que terminan con la elaboración de un producto muy bonito. Vienen a ser actividades para desarrollar capacidades, y aprender según su interés, lo que tengan que aprender, sin enseñanza, por sí mismos, a su ritmo, influenciándose del trabajo de los que les rodean, sin que se les imponga ningún modelo ni se les roben descubrimientos y con algún adulto que se ocupe de cubrir las necesidades de los niños.

 

El origen del dibujo en el niño marzo 20, 2012

Extraído del curso de formación de Educación Creadora (con modificaciones hechas por mí); del módulo 1 titulado “Curso de introducción a los fenómenos y condiciones de la educación creadora” impartido por Jose Miguel Castro, el 6 y 7 de noviembre de 2011. Parte 11

Hoy en día, la primera vez que un niño hace un dibujo es aún muy pequeño. Cuando los niños comienzan a ser capaces de coger un rotulador, sus manos tienen limitaciones motrices que no les permiten ejecutar la complejidad de movimientos que harán en 1 ó 2 años más adelante.

Si dejamos nuestra mano completamente relajada, veremos que a la hora de moverla, lo más sencillo es girar. Cualquier movimiento que hagamos así, con la mano «muerta»,producirá un giro. Y así, cuando un niño con estas limitaciones motrices dibuja, el trazo que deja en el papel es el rastro de ese giro. Es lo que llamamos torbellino. La fisionomía del niño, la mano, no le deja hacer otro tipo de movimiento, por eso todos los niños pequeños que comienzan a dibujar, hacen estos trazos.

Estos dibujos los conocemos todos, y los hemos visto miles de veces. Es lo que comúnmente se llama garabato. Arno quiso ponerle otro nombre a este trazo, porque garabato es una palabra que tiene connotaciones negativas, que viene a significar «algo mal hecho».

El origen del dibujo infantil suele ocurrir por azar. Hoy en día hay papel y lápiz a disposición de todos los niños, pero esto puede ocurrir también con otro material: con un puré y la cuchara, con el vaho de la ventana…

Hay un momento azaroso en el que un niño establece una relación entre su movimiento y el trazo que queda, la marca que deja sobre la superficie en la que traza. Cuando establece esta relación le ocurre una cosa terrible: se siente capaz de transformar el mundo, le parece fantástico, se siente poderoso. En un descubrimiento muy grande para el niño, comprender que puede influir así en el mundo.

Después de hacer esto por azar, se pregunta si será capaz de repetir la hazaña, lo intenta y repite y se siente genial, y lo vuelve a repetir una y otra vez, proporcionándole un enorme placer y seguridad, y creyendo que es capaz de cambiar el mundo. Este hecho tan simple y sencillo le produce una alegría inmensa y un gran placer.

Esta alegría normalmente nos la quiere comunicar, la quiere compartir con quienes le rodean. Pero no hay que confundir en este momento la alegría que siente y que nos quiere comunicar, con lo que encuentra en los adultos que le acompañan, que en la mayoría de los casos suele ser un juicio sobre lo que ha hecho, sobre su trazo.

Cuando un niño va por la playa, andando sobre la arena, dejando huellas, y mira feliz a su madre, no está esperando que le digan «qué huellas tan bonitas estás dejando». No espera absolutamente nada. Comparte su alegría con su madre.

Cuando un niño hace su primer torbellino, junto a él habrá alguien que sistemáticamente le dirá «¡qué bonito!». Sólo con este primer «qué bonito» se le condiciona. Pero lo cierto es que no solo se les dice esto: no se dice qué bonito, sino «qué bonito, ¿qué has querido hacer?».

Cuenta la anécdota de una niña de 3 años, que lleva a su cuidadora de guardería un dibujo. La profesora le dice «¡qué bonito!» y la niña y lo rompe enfadada llamándola mentirosa: –¡he hecho feo este dibujo a propósito, y tú vas y dices que es bonito, eres una mentirosa!-.

La gente dice que es muy bonito pero no dicen la verdad. Si de verdad les pareciera una maravilla, un obra de arte, algo valiosísimo, los enmarcarían, les darían un valor. Hasta en las escuelas alternativas se dejan los dibujos tirados por el suelo, pisoteados.

El primer mensaje que le enviamos al niño que comienza a pintar son es el de la hipocresía. Y el segundo: el niño entiende que tiene que pintar para los demás, que lo que pinta tiene que gustar a los que le rodean. Al alabarle así su dibujo, lo que entiende es que el objetivo de pintar es producir algo que a los demás les parezca bonito. A los demás tiene que parecerles bonito mi dibujo, y encima me tienen que entender lo que pinto, tienen que reconocer algo en él.

Cuando un niño te lleva un papel con un torbellino, quiere ser aceptado, quiere que lo quieras. El niño necesita sentirse querido. El niño se siente obligado por nosotros, por nuestras preguntas, por lo que le hemos condicionado, a dar nombre a lo que ha hecho y se lo inventa. Cuando le preguntamos a un niño por su dibujo, nos contesta lo que queremos oir, porque le hemos condicionado para ello. Cuando le preguntamos qué ha pintado, no puede contestarnos que ha hecho un trazo que viene determinado por su código genético, que no está dirigido a nadie, que no representa nada y que no intenta reproducir la realidad, no puede responder que solo es el principio de un juego, el juego de pintar. Se inventa una respuesta que encaje con lo que el adulto espera oír: un sol, una anémona, una batalla, un perro, niebla, un cohete…..,

Con nuestra forma de actuar, con nuestra mejor intención y con todo nuestro amor, cuando el niño comienza este proceso, le desviamos de su proceso natural y le condicionamos. Le fastidiamos su juego en cuanto empieza. Le anulamos su juego. Le enseñamos a entender su dibujo desde una perspectiva que no le va a dejar que lo desarrolle tal y como está programado.

 

El juego de pintar febrero 29, 2012

Para los niños, pintar es un juego.

Un bebé que pinta, juega a dejar una huella en el papel. Igual que cuando está tumbado juega a mover brazos y piernas. Y igual que cuando habla, juega a hacer sonidos. Esta huella que deja está limitada por sus movimientos: un bebé tiene limitaciones motrices que le llevan a condicionar sus movimientos.

 

 

 

 

Cuando es más mayor, supera sus limitaciones motrices y controla más el trazo. Puede hacer otro tipo de figuras que va combinando entre sí. Juega a poner unos puntos por aquí, ahora un giro rápido, y más allá un círculo. Y cuando juega con juguetes lo que hace es sacar cosas, meter, ordenar, cambiar cosas de sitio, poner y quitar.

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando crece un poco más, crece también su capacidad de abstracción. Su juego también crece, evoluciona, cambia. Ahora juega con una caja de cartón, y juega a que es un coche, y juega con una manta a que es una capa, y juega con una mesa a que es una cueva, y juega con un muñeco a que es un bebé. Todos estos juegos, parten del niño, y no tienen ninguna finalidad. Juega porque sí. No juega para representar una historia bonita, ni intenta reproducir la realidad. No espera la aceptación de nadie, porque no la necesita. No juega para los demás.

A la hora de pintar, este niño sigue jugando: coloca un cuadrado como si fuera una casa, un círculo como si fuera un árbol y una cruz como si fuera un personaje. Pero entonces se acerca un avión que dispara, y tra tra tra tra…. dibuja un montón de puntitos por todo el trabajo a modo de disparos. Ahora continúa jugando con esas huellas, con los mismos trazos que antes hacía, pero ahora hace como si fueran otra cosa: traza un rectángulo y juega con él a que es un personaje, traza un círculo y juega a que es la cabeza… Ahora ya puede darle un significado a su trazo, cosa que antes no hacía. Antes trazaba una figura radial. Ahora traza una figura radial y hace como que es el sol.

Es el mismo juego en los dos casos, un juego que no está destinado a nadie, que no necesita de la aprobación de nadie, que tiene finalidad en sí mismo. Su finalidad no es en ningún caso hacer un dibujo bonito. El juego es una actividad completa en sí misma. No se juega para hacer cosas bonitas, no se juega para los demás. Se juega porque es una necesidad.

Si el niño sigue creciendo y puede seguir jugando, su juego continuará creciendo, cambiando y evolucionando. Ahora ya, coge la misma caja de cartón y le dibuja una puerta y ventanas. También le pega unos tapones de plástico para hacer de ruedas y seguir jugando como que es un coche. Sigue usando una manta para hacerse una capa, pero además se busca algo con lo que jugará a que es un sombrero. Y se sigue escondiendo debajo de la mesa para hacerse una cueva, pero dentro pondrá unos muñecos, fuera de la cueva le esperará su caballo, y a la cueva le pondrá unas paredes hechas con las sillas. El juego crece, se complica más y más, pero sigue siendo un juego. Y por más detalles que añada, por mucho que crezca y se complique su juego, sigue sin estar destinado a nadie. No juega para los demás.

Y a la hora de dibujar, al juego le pasa lo mismo, va creciendo y cambiando. Continua combinando los trazos que conoce, de forma más y más compleja, añadiendo más y más detalles, creciendo y evolucionando. Pero las condiciones de su juego continúan siendo las mismas.

El juego de pintar no termina nunca. Este proceso, este juego no se detiene. Todo el mundo puede jugar a pintar con la misma pasión que un bebé, pasándoselo tan bien como un niño pequeño. Y los trazos, no dejan de cambiar y evolucionar, adaptándose al juego de pintar de cada persona.

En nuestra sociedad este juego apenas se ve. Muy pocos niños pueden jugar a pintar, porque los adultos que les acompañamos no les dejamos. Somos los adultos los que les hacemos ver, con nuestra mejor intención, que se dibuja para crear una obra que guste a los demás. El juicio (muy bonito) sobre un juego, lo destruye. Hace que el juego no sea posible. Por eso, porque no entendemos el dibujo como un juego, porque creemos que la pintura es un don que tienen solo unos pocos, porque adultos que dicen que no saben pintar enseñan a niños, porque creemos que se pinta con el objetivo de crear algo para los demás, por todo eso en nuestra sociedad, los niños abandonan el dibujo, y la inmensa mayoría de los adultos nunca pintan porque sienten que no saben dibujar.

 

La formulación enero 31, 2012

Extraído del curso de formación de Educación Creadora, con modificaciones hechas por mí; del módulo 1 titulado “Curso de introducción a los fenómenos y condiciones de la educación creadora” impartido por Jose Miguel Castro, el 6 y 7 de noviembre de 2011. Parte 10 

Después de trabajar en el taller de pintura del orfanato, Arno Stern crea su taller de pintura en París. Se da cuenta de una serie de fenómenos. Reconoce en los dibujos de los niños una serie de trazos que se repiten siempre: los niños pintan todos lo mismo. A este conjunto de trazos, a las leyes por las que se rigen, y a una serie de fonómenos que los acompañan, llama la FORMULACIÓN.

Estos trazos  que dibujan los niños, no proceden del exterior del niño, no son aprendidos, puesto que todas las personas del mundo los emiten. Estos trazos proceden de nuestro código genético, de un lugar que Arno llama nuestra memoria orgánica.

Pero no en todos los dibujos de todos los niños aparece la formulación: para que en un dibujo aparezcan estos trazos, para que una persona pueda emitir estos trazos, para poder expresarlos (en el sentido de sacar algo que está dentro «a presión»), es necesario que el dibujo no esté destinado a nadie. Aparecen solo cuando se juega pintando, cuando no hay enseñanza del dibujo. Cuando hay juego, evolución, cuando se dan las condiciones del taller de educación creadora.

Cuando Arno intuye esto, que todos los seres humanos del mundo pintan lo mismo, emiten los mismos trazos, con unos mecanismos, unas estructuras determinadas y concretas, decide averiguar si esto es cierto o no. Y para comprobarlo viaja por el mundo, para ver como pintan personas diferentes, de diferentes edades y de diferentes culturas. Así, busca comunidades en las que no hay escuelas, en las que no hay enseñanza del dibujo. Consigue llegar a poblados de diferentes partes del mundo, que nunca habían visto un pincel o un rotulador, y les ofrece pintar.

Arno se llevó varias sorpresas en este viaje. Por ejemplo, él viajaba sin conocer el idioma local, y no daba instrucciones acerca de cómo utilizar el material. Pues bien, las personas, adultos, que pintaban por primera vez en su vida con un rotulador, sabían desde el principio o necesitando muy poco tiempo para ello, cómo coger el instrumento. Dibujaban sin tensión en la mano, con habilidad.

Otra cosa que le llamó la atención fue que al pintar, había gente que pintaba, y había gente que solo se acercaba a ver qué pasaba. Pero nadie preguntó a nadie «¿qué estás haciendo? ¿qué es eso?». Nunca hablaban acerca del trabajo, no daban explicaciones ni las pedían sobre si estaban representando algo o no, ni daban juicios estéticos acerca de si les gustaba o no lo que dibujaban. Respetaban escrupulosamente la actividad de los demás, y nunca nadie quiso quedarse con su trabajo.

A lo largo de varios viajes, pudo constatar que efectivamente, todos los seres humanos en las condiciones del taller, pintan según la formulación. La formulación es un fenómeno universal, estructurado e independiente.

En la página web de Arno hay fotografías de sus viajes.

 

Cómo trabajamos la lectoescritura en casa enero 21, 2012

Tras contar en esta entrada como trabajamos las matemáticas en casa, creo que falta explicar más o menos cómo trabajamos la lectoescritura.

Igual que con las matemáticas, la lectoescritura no la trabajamos en casa. Surge en numerosas actividades de la vida diaria, de la de los adultos y de la de los niños. Y como los niños son seres humanos, con un cerebro capaz de aprender por sí mismos, con el tiempo adquirirán la lectoescritura.

Para adquirir la lectoescritura por sí mismo, un niño tiene que cumplir con una serie de condiciones:

  • tienen que querer, se necesita motivación intrínseca
  • tienen que estar maduro, necesita que en su cerebro haya ciertas estructuras
  • tiene que vivir en un ambiente alfabetizado, necesita estar rodeado de personas que lean y escriban
  • necesita que no le enseñan. No conocemos apenas casos de niños que aprendan por sí mismos, pero esto no es por culpa de los niños, no es porque no puedan aprender por ellos mismos, es porque los adultos que les rodeamos les enseñamos: les robamos la posibilidad de aprender por sí mismos
  • necesita confianza: y todos los niños la tienen. Los que les quitamos la confianza en ellos mismos somos los adultos, que dudamos de su capacidad para aprender.

El aprendizaje de la lectoescritura en estas condiciones, en general pasa por una serie de etapas:

  • 1º) El niño es muy pequeño, muestra interés por los libros como por cualquier otra cosa, para tocar, chupar, lanzar…. Los padres están convencidos de que aprenderá por sí mismo, no hay ningún tipo de miedo en el ambiente. En esta etapa el niño aprende: el concepto de libro, a pasar hojas, hábitos acerca de cómo se manipulan los libros…
  • 2º) El niño crece un poco. Hay dos variantes: el niño da signos de que conoce el nombre de algunas letras y los padres se emocionan al creer que su hijo en breve leerá de corrido; o bien el niño no da signos de conocer el nombre de ninguna letra
  • 3º) Pasa un tiempo. El niño no aprende a leer como los padres esperaban así que se tiran de los pelos, les da miedo y encuentran docenas de niños que aprenden antes que el suyo….
  • 4º) Un buen día, descubren que su hijo sabe leer. Los padres se preguntan: ¿desde cuando? ¿cómo ha sido? no era para tanto, ¿verdad? Normalmente, los niños que de muy pequeños conocen el nombre de las letras, tardan unos cuantos años en leer, por lo que los padres se impacientan un poco.
  • 5º) El niño lee todo lo que cae en sus manos: no quiere salir de casa, no duerme, solo lee y lee. La gran preocupación de los padres ahora es cómo hacer para que deje de leer.

La duración de todo este proceso depende de cada niño y de cada familia. Normalmente aprenden a leer solos entre los 5 y 8 años. Los padres cuyos hijos aprenden antes, pasan menos miedo que los que aprenden después.

Pero un niño no aprende a leer pronto o tarde: el niño que aprende a leer por sí mismo con 10 años, no aprende a leer tarde, aprende a leer cuando se cumplen las condiciones que vimos antes. Cada niño aprende justo en el momento en que está preparado para ello. Y ese momento no puede ser ni pronto ni tarde, porque siempre es en el momento justo.

La idea de aprender tarde o pronto, solo tiene sentido si estamos comparando a un niño con otro. Todos los niños son diferentes. A mi hijo mayor le salió su primer diente con 15 meses, y a mi hija con 7 meses. No es mejor ni pero una cosa que la otra. No es «malo» hacer las cosas más tarde que otra persona. Lo que no es bueno, desde mi punto de vista, es no poder vivir tu proceso, o vivir comparando los procesos de personas diferentes.

Lo raro es que dos personan coincidan en su proceso. Lo normal es que personas diferentes tengan intereses diferentes. Todos los niños tienen ritmos, capacidades, cerebros, motivaciones e intereses diferentes. Por lo que es igual de normal aprender a leer con 5 años, que aprender con 8 años.

Los adultos tenemos mucha prisa. Pero es que un niño que con 7 años no lee él solo, no se está perdiendo nada, no va más retrasado que el niño que aprendió con 5. No se pierde nada. Está trabajando en cosas diferentes, a otro ritmo, porque es diferente.

¿Por qué nos da tanto miedo? ¿Qué mas da dos años antes que después? Si de verdad creemos que el niño se está perdiendo algo porque no lee solo, la solución es evidente: leerle. Leerle todo aquello que él quiera. Y así seguro que no se pierde nada, que no se «atrasa».

En la escuela se empieza a enseñar a leer desde infantil, por lo que es muy difícil que un niño que va al colegio pueda aprender por sí mismo. Pero, ¿qué dice la ley?: La ley educativa es muy clara, y en España, el niño debiera aprender a leer en PRIMER CICLO. Esto lo dice la ley, ni los maestros, ni las editoriales, ni los padres, que normalmente tienen más prisa. Y el primer ciclo de primaria abarca primer y segundo curso de primaria, es decir, que (repito) según la ley educativa española, los niños debieran aprender a leer con 6-7 años. Un niño tiene que tener adquirida la lectoescritura al pasar a segundo ciclo de primaria: tiene que saber leer con 8 años.

Un niño no «aprende a leer». No hay un punto en el que se sepa y un punto en el que no. Esa forma de entender el aprendizaje es escolar. Todos los seres humanos leen, cada uno a su manera. La lectoescritura es un proceso. Ninguna persona acaba de aprender a leer.

El entender la lectura desde otro punto de vista, lo único que genera es miedo, desconfianza, ganas de enseñar. Implica que «saber leer» es un punto y final. Y no es así. Todo el mundo sabe leer, cada uno a su manera, porque estamos hablando de un proceso, de recorrer un camino que no acaba nunca.

Entender la lectoescritura como un proceso, ayuda mucho a los padres, da mucha tranquilidad. Porque yo veo que mis hijos están en su proceso, veo que no hay nada que se lo interrumpa (juicio, enseñanza, miedo), luego todo está bien. Es cuestión de tiempo y trabajo que sigan en su proceso, cambiando, evolucionando, aprendiendo cosas nuevas.

Mi hijo pequeño tiene año y medio, y sabe leer. Lógicamente, no lee como leo yo. Ni siquiera lee como otro niño de año y medio. Mi hijo pequeño es único en el mundo. No hay ningún otro niño igual a él en todo el universo. Y por eso, no hay nadie que lea igual que él. Es único, diferente, especial. Ahora mismo, le gusta mucho leer. Está muy centrado en cómo pasar las páginas de libros. Sabe que ahí ponen cosas, lee imágenes, juega a que las imágenes representan cosas diferentes, las señala y hace gestos: si señala a un niño, luego se señala a él mismo, si señala a un perro, dice «guau»…

Mi hija acaba de cumplir 3 años, y tampoco hay una niña igual que ella. También le gusta mucho leer, y es muy pesada: cada dos por tres se escapa a la estantería, coge un libro y dice que quiere leer. Tenemos que reñirle y pedirle que deje de sacar libros. Los lee sola, o nos pide que le acompañemos. Le gusta muchísimo que le leamos nosotros en voz alta. Y si no le queda más remedio, pues lee ella sola. Es como un lorito, se sienta con su libro y parlotea, y parlotea….Y le encanta ver escrita la letra H, porque es con la que empieza su nombre. Se alegra cuando encuentra M, A, L y B, que son las de las letras de los demás, pero su favorita sin dudarlo es la H.

Mi hijo mayor tiene 5 años, y también es único en el mundo. Y también le encanta leer. Lee solo o acompañado. Por diversión o para buscar información. Y a veces le lee cuantos a sus hermanos: como le hemos leído los cuentos tantas veces, se lo sabe de memoria y se los repite a sus hermanos. Lo que más le gusta es que nos sentemos a leer con él. Y tiene muy claro que libros le gusta y cuales no, cuando quiere leer y cuando no. Ahora mismo está muy interesado en escribir palabras concretas con las que buscar en google las páginas que le gustan.

Mi marido también es único. Tiene clarísimo lo que va a leer y lo que no. Lee todas las noches, varios libros a la vez. El año pasado le regalamos un e-book, y eso ha cambiado su forma de leer: ha aumentado considerablemente su biblioteca. Ahora está muy interesado en catalogar los libros que tiene, y en conseguir más.

Y yo, leo los libros de uno en uno. No puedo leer varias cosas al tiempo. También tengo claro lo que me gusta y lo que no. Leo por temporadas, hay veces que mucho, hay veces que menos. Desde que tengo a los niños no leo apenas.

Hay muchísimo miedo a que no aprendan, miedo que si se analiza bien no tiene razón de ser. ¡Pero si aprenden a leer aunque les enseñes!

¿QUÉ PODEMOS HACER PARA  QUE APRENDAN A LEER POR SÍ MISMOS?

Como en la entrada de las matemáticas, contaré a continuación qué cosas son las que hacemos en casa que sirven para este proceso, qué cosas hacemos los adultos (en relación con nuestro propio proceso y en relación con el proceso de los niños) y qué cosas son las que hacen los niños.

Qué hacemos los adultos para nosotros:

  • leemos, porque nos gusta, porque nos entretiene, nos divierte, porque buscamos información sobre algo…
  • cocinamos: buscamos recetas en libros o en internet, la escogida la escribimos (un resumen) y mientras cocinamos la leemos
  • enviamos mails y mensajes, y los recibimos. Los que son para toda la familia, los comentamos entre todos
  • escribimos, yo por ejemplo, este blog
  • compartimos lo que nos gusta con los demás: si leo algo que me impacta, se lo cuento. Si mi marido encuentra una historia que le gusta y cree que a nosotros nos puede interesar, nos la lee…

Qué hacemos los adultos en relación al proceso de los niños:

  • no les enseñamos: si le enseño yo, él no va a aprender por sí mismo. No quiero robarle eso. Tampoco planificamos actividades, ni juegos ni ejercicios
  • contestamos sus preguntas, solo a lo que pregunta, no más allá. No aprovechamos sus preguntas para enseñar cosas.
  • no nos adelantamos
  • no juzgamos sus proceso: no evaluamos todos los días lo que sabe y lo que no, y igual que no le decimos que no sabe leer, tampoco le decimos que lee «bien»
  • intentamos defenderles del juicio externo
  • ponemos material a su alcance: libros, papel, rotuladores, abecedarios… Con este material, ellos solos, por propia iniciativa trabajan. Ellos solos, cuando les apetece, cogen un libro, o un abecedario. Y ellos solos decide cómo van a usarlo, si van a clasificar las letras o si van a formar palabras. Si van a leer un libro, o si van a buscar en él la letra P. Ellos solos, espontáneamente, por propia iniciativa, ya se ponen juegos, actividades y ejercicios.
  • hablarles claro, no hacerles un lío. Llamamos a los deberes deberes (actividad que te ponen desde fuera) y a los juegos juegos (actividad espontánea que surge de uno mismo). También les damos la posibilidad de que nos digan que no a las actividades que les proponemos
  • darles hábitos y normas para usar el material: por ejemplo, los libros no se rompen, ni se chupan, después de utilizarlos hay que guardarlos en su sitio, el rotulador se coge de una manera, las hojas también hay una forma de pasarlas, hay cierto material que solo les dejamos si vamos a poder estar con ellos acompañándoles…
  • reflexionar y formarnos

Qué cosas hacen los niños:

  • escriben solos, jugando o con intención de comunicarse(la carta a los reyes magos)
  • escriben pidiendo nuestra ayuda, para que les digamos con qué letras se pone una palabra, o nos piden que la escribamos para copiarla, o directamente que la escribamos nosotros
  • preguntan constantemente: ¿qué pone aquí? ¿dónde pone eso? ¿qué letra es esta? ¿cómo se escribe…?
  • juegan: a que escriben, o con los abecedarios, con textos que recortan, doblan, pegan…

CONSEJOS:

  • Tener controlado al maestro que todos llevamos dentro. A ese que corrige, que quiere seguir una programación lineal, y al que le encanta enseñar a los demás sacándoles de su proceso de aprendizaje para imponer el suyo.
  • Trabajar para uno mismo, seguir con nuestro proceso para poder dejar que el niño siga con el suyo. Los padres parece que solo nos preocupamos de que el niño aprenda, pero ¿y qué pasa con nosotros? ¿cuando uno es adulto ya no tiene que seguir con su proceso de aprendizaje? ¿nos lo sabemos ya todo?
  • Formarse en el proceso natural de aprendizaje, buscar cómo es, cómo se aprende. Si sabes que un niño para caminar, necesita antes gatear, no te extrañas de que lo haga, lo estás esperando, no te sorprende, reconoces el avance, te da seguridad y confianza en el niño y en su proceso. Buscar historias de niños que aprenden solos, para conocer cómo lo hacen, qué cosas les sirve y qué les dificulta.
  • Buscar apoyo, gente que te ayude a reflexionar, saber cómo se las arreglan los demás.
  • Confiar en el niño: él puede. Si yo, que soy muchísimo menos inteligente que mis hijos, puedo leer un texto y comprender lo que pone, no hay razón para que ellos no vayan a aprender.